Page 126 - Confesiones de un ganster economico
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                         un contrato de 200 millones de dólares. 2  Todos los sectores de la economía saudí
                         fueron modernizados de manera similar, desde la agricultura y la energía hasta la
                         educación y las comunicaciones. Como observó Thomas Lippman en 2003:

                               Un vasto y desértico paisaje de tiendas de nómadas y chozas de adobe de
                            los campesinos ha sido reestructurado por los norteamericanos a su propia
                            imagen y semejanza, desde el Starbucks de la esquina hasta las rampas para
                            sillas de ruedas en los edificios públicos más recientes. Hoy Arabia Saudí es
                            un país de autovías, ordenadores, centros comerciales con aire acondicionado
                            y tiendas donde se encuentran los mismos chismes que en cualquier próspera
                            urbanización estadounidense, hoteles elegantes, restaurantes de comidas
                            rápidas, televisión vía satélite, hospitales ultramodernos, rascacielos de
                            oficinas y parques temáticos llenos de diversiones. 3

                            Los planes que concebimos en 1974 sentaron la norma para futuras
                         negociaciones con los países ricos en petróleo. En cierta manera, SAMA/JECOR
                         fue el segundo peldaño, después del que Kermit Roosevelt estableció en Irán.
                         Suponía la incorporación de un innovador grado de sofisticación al arsenal de
                         armas político-económicas que usaban la nueva generación de soldados que
                         peseguían crear un imperio global.
                            El «caso del blanqueo de dinero árabe saudí» y la Comisión conjunta sentaron
                         también nuevos precedentes de jurisprudencia internacional, como quedó bien
                         claro con el caso de Idi Amin. En 1979, cuando el célebre dictador ugandés pasó al
                         exilio, solicitó y obtuvo asilo en Arabia Saudí. Aunque todos le considerasen un
                         déspota asesino causante de entre cien mil y trescientas mil víctimas, pudo
                         jubilarse rodeado de lujos, sin exceptuar los coches y el servicio doméstico
                         puestos a su disposición por la Casa de Saud. Desde Estados Unidos se oyeron
                         discretas protestas, pero no se quiso insistir para no comprometer el
                         entendimiento con los saudíes. Amin pasó los últimos años de su vida pescando y
                         paseando por la playa, hasta que en 2003 murió de un fallo renal en Yiddah, a la
                         edad de ochenta años. 4
                            Más sutil, y en último término mucho más pernicioso, fue el papel que
                         desempeñó Arabia Saudí al tolerársele la financiación del terrorismo
                         internacional. Estados Unidos no hizo ningún secreto de su deseo de que la Casa
                         de Saudí apoyase económicamente la guerra afgana de Osama bin Laden contra la
                         Unión Soviética durante la década de 1980. Riad y Washington contribuyeron
                         juntos con unos 3.500 millones de dólares a la

























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