Page 122 - Confesiones de un ganster economico
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aceptaban nuestra oferta, adquiriendo así la seguridad de continuar como soberanos
contando con nuestra ayuda y protección, o bien podían negarse... y correr la
misma suerte que Mosaddeq. Cuando el enviado regresó a Washington llevaba la
noticia de que los saudíes estaban dispuestos a cumplir con su parte.
Restaba un pequeño obstáculo. Tendríamos que convencer a otras
personalidades clave del régimen saudí. Según se nos informó, era un asunto de
familia. Aunque Arabia Saudí no fuese una democracia, al parecer dentro de la
Casa de Saud se decidía por consenso.
En 1975 recibí el encargo de trabajar con uno de dichos personajes clave. Para
mí siempre fue el príncipe W., aunque nunca he averiguado si era realmente de la
línea sucesoria. Mi misión consistía en persuadirle de que el «caso del blanqueo de
dinero» iba a ser tan beneficioso para su país como para él personalmente.
No era tan fácil como pudiera parecer a primera vista. El príncipe W. se
consideraba un buen wahabí y manifestó que no le gustaría ver cómo su país seguía
los pasos del mercantilismo occidental. Además, dijo haber entendido la naturaleza
insidiosa de nuestras propuestas. Sostenía que nosotros perseguíamos los mismos
objetivos que los cruzados de hace mil años: la cristianización del mundo árabe. En
realidad no iba del todo desencaminado. En mi opinión la diferencia entre los
cruzados y nosotros era cuestión de grado. Los cristianos de la Europa medieval
proclamaban la intención de salvar del purgatorio a los musulmanes. Nosotros
afirmábamos el propósito de ayudar a la modernización de los saudíes. En realidad
creo que los cruzados, lo mismo que la corporatocracia, iban principalmente a por
la expansión de su imperio.
Creencias religiosas aparte, el príncipe W. tenía una debilidad, que eran las
rubias guapas. Ahora resulta casi escandaloso aludir a lo que se ha convertido en
un estereotipo incorrecto y, además, debo mencionar que, de los muchos saudíes
que he tratado, el príncipe W. ha sido el único en manifestar esa proclividad, o por
lo menos el único que la manifestaba en mi presencia. Pero no puede silenciarse
porque tuvo su papel en la estructuración de aquel convenio histórico, y demuestra
hasta qué extremos estaba yo dispuesto a llegar con tal de cumplir con mi misión.
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