Page 119 - Confesiones de un ganster economico
P. 119
elclubdelsoftware.blogspot.com
aceptando el riesgo inmediato a cambio de una futura tajada del pastel. Un
indicio corroboraba esta suposición: que los boletines en donde se anotaban
las horas de trabajo personal dedicadas a la actividad llevaban el código de la
cuenta a cargar, y éste era un número de los correspondientes a gastos generales
y administrativos. Esta disposición era típica de las fases preliminares de
investigación y desarrollo de la mayoría de los proyectos. En aquel caso el
volumen de la inversión inicial era desde luego muy superior a lo habitual,
pero los vicepresidentes se mostraban muy confiados en cuanto a las
posibilidades de recuperarla.
Aun sabiendo que nuestras competidoras intervenían también, todos
suponíamos que habría pastel para todos. Yo llevaba en el sector tiempo *
suficiente para prever que las remuneraciones reflejarían el grado de
satisfacción del Tesoro con el trabajo que habíamos realizado, y que las
consultorías cuyas sugerencias se llevasen finalmente a efecto se adjudicarían
los contratos más sabrosos. De modo que me planteé un reto personal: los
distintos supuestos que elaboraba tendrían que profundizar hasta la etapa de
diseño y construcción. Mi estrella en MAIN se hallaba en órbita ascendente y
esa trayectoria se aceleraría mucho si yo lograba una posición destacada en el
SAMA y el éxito consiguiente.
En estas reuniones se discutía también la probabilidad de que el SAMA y
toda la operación JECOR sentasen nuevos precedentes. Representaba un
enfoque innovador para operaciones lucrativas en países que no tuviesen
necesidad de endeudarse a través de los bancos internacionales. Irán e Iraq
acudían enseguida a la imaginación como posibles ejemplos de tales países.
Además, y teniendo en cuenta la naturaleza humana, nos parecía probable que
los dirigentes de estos países se sintieran motivados para tratar de emular a la
Arabia Saudí. No cabían muchas dudas de que el embargo petrolero de 1973
—que tan funesto había parecido al principio— acabaría por ofrecer muchos
regalos inesperados al sector de la ingeniería y la construcción, y seguiría
ayudando a allanar el camino para crear un imperio mundial.
En esta fase visionaria estuve ocupado unos ocho meses, aunque nunca
más de un par de días seguidos (pero eso sí, muy intensos), recluido en mi
salita privada o en mi apartamento con vistas al casco viejo de Boston. Mis
colaboradores tenían otros cometidos y sabían desenvolverse solos, aunque de
vez en cuando les hacía una visita de inspección. Con el tiempo, el secreto que
envolvía nuestro trabajo empezó a relajarse un poco. Muchas personas sabían
que se preparaba «algo gordo» en relación con Arabia Saudí. La excitación
subía de grado y circulaban muchos rumores. Los vicepresidentes y los
delegados del Tesoro empezaron a aflojar su hermetismo. En parte, me
parece, porque
119