Page 118 - Confesiones de un ganster economico
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beneficios durante varios decenios.
Más allá del terreno puramente económico, Arabia Saudí iba a quedar
dependiente de nosotros por otro motivo muy distinto y bastante más recóndito.
Era de prever que la modernización del acaudalado reino petrolero suscitaría
reacciones adversas. Por ejemplo, enfurecería a los musulmanes conservadores.
Israel y otros países vecinos se sentirían amenazados. El desarrollo económico de
aquel país daría lugar al florecimiento de otra industria: la protección de la
península árabe. Las compañías privadas especializadas en este género de
actividades, así como los militares y la industria de defensa estadounidenses
también podían aspirar a generosos contratos... acompañados, una vez más, de
protocolos de servicio y administración a largo plazo. Su presencia exigiría otra
fase de diseño y construcción de aeropuertos, emplazamientos de misiles,
alojamientos para el personal y las demás infraestructuras asociadas a tal género de
instalaciones.
Yo enviaba mis informes por medio del correo interior, en sobres cerrados y
dirigidos al «Director de proyectos del departamento del Tesoro». En ocasiones me
reuní con un par de miembros de nuestro equipo, vicepresidentes de MAIN y
superiores míos. Como nuestro proyecto no tenía denominación oficial, puesto que
todavía se hallaba en fase de investigación y desarrollo y aún no había sido
comunicado a la JECOR, cuando hablábamos de él —siempre en voz baja— lo
llamábamos SAMA, iniciales de «caso del blanqueo de dinero árabe saudí» (Saudi
Arabian Money-Laundering Affair), pero que escondían otro juego de palabras
malicioso, dado que el banco central de los saudíes tenía el nombre oficial de Saudi
Arabian Monetary Agency.
A veces se nos unía algún representante del Tesoro. Durante estas reuniones
hice pocas preguntas. Cuando hablaba era sobre todo para describir mi trabajo,
contestar a los comentarios de los demás y aceptar lo que quisieran encargarme.
Los vicepresidentes y el delegado del Tesoro quedaron especialmente
impresionados por mis ideas sobre los servicios de asistencia técnica y
administración. Sobre esto, uno de los vicepresidentes acuñó una frase que luego
citábamos con frecuencia, cuando dijo que el reino saudí era «la vaca que
ordeñaremos hasta que se ponga el sol sobre nuestra jubilación». Para mí, esa frase
evocaba siempre imágenes de cabras, antes que de vacas.
Fue durante estas reuniones cuando me enteré de que varias de nuestras
competidoras se hallaban embarcadas en tareas paralelas; todos esperábamos que
nuestros esfuerzos fuesen finalmente premiados mediante lucrativos contratos.
Supuse que tanto MAIN como las demás consultorías corrían con los gastos de
estos trabajos preliminares,
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