Page 123 - Confesiones de un ganster economico
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                                         Ejerciendo de proxeneta y
                                 financiando a Osama bin Laden





                         D   esde el primer momento, el príncipe W. me hizo saber que todas las veces

                             que me visitase en Boston, deseaba ser atendido por una mujer de su
                         agrado, de quien requeriría otros servicios además de los de simple
                         acompañante. Pero también dejó sentado que no se conformaría con una
                         prostituta profesional, con quien él mismo o alguien de su familia pudiese
                         tropezarse en la calle o en cualquier recepción. Mis reuniones con el príncipe
                         W. eran secretas, así que resultaba más fácil atender a sus deseos.
                            «Sally» era una bella rubia de ojos azules que vivía en el extrarradio de
                         Boston. El marido, un piloto de United Airlines muy viajado en lo profesional
                         y en lo particular, no hacía ningún esfuerzo por ocultar sus infidelidades. La
                         actitud de Sally en cuanto a las actividades de su marido era de una soberana
                         indiferencia. Apreciaba el sueldo, el cómodo piso de propiedad en Boston y las
                         demás ventajas que la esposa de un piloto disfrutaba en aquellos tiempos.
                         Diez años antes había sido una hippie acostumbrada a mantener relaciones
                         promiscuas. Aceptó enseguida la idea de una fuente secreta de ingresos y se
                         avino a dar una oportunidad al príncipe W., con una sola condición: que el
                         futuro de su relación dependería por completo de la actitud y trato que él
                         manifestase hacia ella.
                            Por suerte para mí, cada uno estuvo a la altura de los criterios del otro.
                            El asunto del príncipe W. con Sally, capítulo secundario del asunto del
                         blanqueo de dinero saudí, creaba para mí una serie de problemas aparte.
                         MAIN prohibía estrictamente a sus asociados que hiciesen nada ilícito y, desde
                         el punto de vista legal, yo estaba ejerciendo de proxeneta (al facilitar servicios
                         sexuales), actividad prohibida por las leyes de Massachusetts. De modo que el
                         problema principal consistía en cómo pagar los servicios de Sally. Por fortuna,
                         el departamento de contabilidad me concedía muchas libertades con mi cuenta
                         de gastos. Yo tengo la costumbre de dar propinas, así que no me fue difícil
                         conseguir que los ca-
























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