Page 124 - Confesiones de un ganster economico
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mareros de algunos de los restaurantes más lujosos de Boston me pasaran recibos
en blanco. Esto ocurría en la época en que no eran los ordenadores, sino las
personas, quienes rellenaban los recibos.
Con el tiempo, el príncipe W. se volvió cada vez más atrevido, hasta que me
pidió que persuadiera a Sally para que se fuese a vivir una temporada a su
residencia privada en Arabia Saudí. Esa petición no era demasiado insólita en
aquellos días. Existía un activo comercio de mujeres jóvenes entre ciertos países
europeos y Oriente Próximo. Estas mujeres firmaban unos contratos por tiempo
determinado, transcurrido el cual se volvían a casa con sus cuentas bancarias bien
nutridas. Robert Baer, que ha sido analista de la dirección operativa de la CÍA
durante veinte años, y especialista en Oriente Próximo, lo resume así: «A principios
de la década de 1970, cuando empezaron a correr los petrodólares, algunos
libaneses emprendedores empezaron a meter de contrabando en el reino prostitutas
para los príncipes... Y como nadie de la familia real sabe cuadrar un talonario de
cheques, esos libaneses se hicieron fabulosamente ricos». 1
Yo conocía esa situación e incluso conocía algunas personas en condiciones de
arreglar tales contratos. Pero esto tenía dos inconvenientes principales para mí:
Sally y el pago. Estaba seguro de que Sally no se avendría a dejar Boston para ir a
habitar una mansión del desierto en Oriente Próximo. Y era evidente que ninguna
colección de recibos de restaurante en blanco alcanzaría a cubrir ese gasto.
El príncipe W. despejó la segunda de estas preocupaciones di-ciéndome que él
se encargaría en persona de pagar a su nueva amante. Únicamente me pedía que le
solucionase la intermediación. También me tranquilizó mucho cuando dijo que la
Sally de Arabia Saudí no tenía por qué ser necesariamente la misma persona que le
había acompañado en Estados Unidos. Entonces llamé a varios amigos que tenían
contactos con libaneses de Londres y Amsterdam. Al cabo de unas dos semanas,
una Sally sucedánea firmaba su contrato.
El príncipe W. era una persona complicada. Con Sally había satisfecho un deseo
físico y yo me había ganado su confianza con mi habilidad al ayudarle en esto.
Pero no estaba nada convencido de que el SAMA fuese una estrategia que él
quisiera recomendar para su país. Tuve que trabajar muy duro para conseguir mi
propósito. Dediqué muchas horas a enseñarle las estadísticas y a ayudarle a
analizar los estudios que habíamos realizado para otros países, entre ellos, unos
modelos econométricos que yo había desarrollado para Kuwait durante mi
entrenamiento con Claudine, en los meses anteriores a mi desplazamiento
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