Page 193 - Confesiones de un ganster economico
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                        cobre, la bauxita y las tierras de cultivo. Entre ellas se contaban compañías
                        manufactureras, de comunicaciones, navieras, grupos del transporte, así como
                        compañías de ingeniería y otras empresas especializadas en tecnologías.
                          El grupo Bechtel era un buen ejemplo de las relaciones privilegiadas que tenían
                        lugar entre la empresa privada y la administración estadounidense. Yo conocía bien a
                        Bechtel. Habíamos colaborado estrechamente con ella en MAIN y uno de sus
                        principales arquitectos llegaría a ser un buen amigo personal. Bechtel era la empresa
                        de ingeniería y construcción más influyente de Estados Unidos y contaba en su consejo
                        de administración con personajes como George Shultz y Caspar Weinberger, que
                        habían declarado su desprecio por Torrijos ante la osadía de éste al favorecer el plan
                        japonés de reemplazar el canal existente por otro nuevo y más capaz. 2  Iniciativa que
                        además de transferir de Estados Unidos a Panamá la propiedad del canal excluiría a
                        Bechtel del contrato más prestigioso y posiblemente más lucrativo del siglo.
                          Torrijos se enfrentó con esos hombres; y lo hizo con finura, simpatía y un
                        maravilloso sentido del humor. Pero murió y le sustituyó uno de sus protegidos,
                        Manuel Noriega, que no tenía ni el ingenio ni el carisma ni la inteligencia de Torrijos.
                        Muchos sospecharon que no tenía nada que hacer frente a los Reagan, los Bush y las
                        Bechtel de este mundo.
                          Yo estaba destrozado con esa tragedia. Pasé muchas horas recordando mis
                        conversaciones con Torrijos. Una noche me quedé largo rato contemplando su
                        fotografía en una revista. Recordé mi primera noche en Panamá, el viaje en taxi bajo el
                        aguacero y el alto frente al cartel con el retrato gigante y la leyenda «el ideal de Ornar
                        es la libertad, y no se ha inventado el misil capaz de matar un ideal». El recuerdo de
                        esa inscripción me estremeció, lo mismo que aquella tormentosa noche.
                           Entonces yo no sabía que Torrijos colaboraría con Cárter para devolver el canal de
                        Panamá al pueblo, que merecía ser su legítimo propietario, ni que esta victoria, junto
                        con sus tentativas para allanar diferencias entre el socialismo latinoamericano y las
                        dictaduras, enfurecería a la administración Reagan-Bush hasta el punto de pensar en
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                        asesinarlo. Tampoco podía saber que en otra noche oscura se accidentaría durante un
                        vuelo de rutina con su Twin Otter, ni que la mayor parte del mundo excepto Estados
                        Unidos echaría a la larga cuenta de la CÍA la desaparición de Torrijos, muerto a la edad
                        de cincuenta y dos años.
                          Si hubiese vivido, indudablemente habría tratado de contrarrestar la creciente
                        violencia que ha asediado a tantos países de Centroamérica y Suramérica. Si nos
                        atenemos a sus antecedentes, podemos suponer que




























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