Page 67 - Confesiones de un ganster economico
P. 67

elclubdelsoftware.blogspot.com





                                                                7



                                               La civilización a prueba





                         Q  uiero que conozcas a un dalang —anunció Rasy, radiante—. Ya sabes, los
                            famosos titiriteros indonesios. —Era evidente su satisfacción por tenerme de
                         nuevo en Bandung—. Esta noche da una función muy importante en el barrio.
                            Me llevó con su ciclomotor por partes de la ciudad que no sabía ni que
                         existieran, atravesando barriadas de kampong, casas tradicionales de Java que
                         parecían templos en miniatura pero en versión pobre, con cubiertas de teja. Allí
                         no se veían las espléndidas mansiones coloniales holandesas ni los edificios de
                         oficinas a los que yo estaba acostumbrado. La población era visiblemente humilde
                         pero lo llevaba con gran dignidad. Vestían sarongs estampados en batik,
                         deshilachados pero limpios, blusas de vivos colores y sombreros anchos de paja.
                         En todas partes fuimos recibidos con sonrisas y cordialidad. Cuando nos
                         detuvimos, los niños acudieron corriendo a tocarme y a palpar la tela de mis
                         vaqueros. Una chiquilla me prendió en el cabello una fragante flor de frangipani.
                            Estacionamos la motocicleta cerca de un teatro al aire libre donde se habían
                         congregado ya varios centenares de personas, unas de pie y otras sentadas en
                         sillas plegables. El cielo completamente despejado auguraba una noche
                         espléndida. Aunque estábamos en el centro de la ciudad vieja de Bandung, no
                         había alumbrado público y las estrellas titilaban sobre nuestras cabezas. En el
                         aire flotaban aromas de cacahuete, de clavo, de hogueras de leña.
                            Rasy desapareció entre la multitud y regresó enseguida, acompañado de
                         muchos de los jóvenes que me había presentado en la cafetería. Me invitaron a té
                         caliente con galletas y sate, que son bocaditos de carne frita en aceite de
                         cacahuete. Debí poner cara de perplejidad al verlos, porque una de las jóvenes
                         apuntó con el dedo a un fogón pequeño: «Carne muy fresca —rió—. Recién
                         hecha».
                            Entonces comenzó la música, la mágica y alucinante melodía del gamelan,
                         un instrumento cuyo sonido recuerda las campanas de los

























                                                            67
   62   63   64   65   66   67   68   69   70   71   72