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C.F.G.S. Integración Social Módulo HAPS
mismos, hasta el punto de llegar a desatender cómo está siendo recibido el mensaje
por nuestro interlocutor.
Lenguaje dicotómico.
A través del lenguaje se puede intentar simplificar las realidades o los
argumentos hasta dejarlos reducidos a dos polos extremos y contrapuestos: si o no,
buenos o malos, conmigo o contra mí, blanco o negro, me quieres o no. De este
modo, a través del discurso se proponen dos opciones contrapuestas y exclusivas,
cerrando las puertas a contemplar toda una gama de posibilidades intermedias.
Desinterés.
A veces las partes implicadas en el proceso de comunicación no están
realmente interesadas en el contenido u objetivo de la misma. No desean realmente
comunicarse. La falta de interés tanto por parte del emisor como por parte del
receptor puede dificultar o imposibilitar la transmisión de información.
Egocentrismo
El abuso del pronombre personal “yo” puede revelar en ocasiones un
distanciamiento, una autoafirmación, una necesidad de marcar diferencias. Un
discurso articulado a partir de la repetición de expresiones como “yo pienso… yo
siento…, yo se…, yo hago…, yo digo…” puede ser rechazado, dando la impresión de
que la persona desprecia, minusvalora o rechaza aquellos puntos de vista, emociones,
conocimientos, conducta o expresiones que no coinciden con los suyos.
Generalizaciones.
La utilización de términos absolutos o generalizaciones suele derivar en
afirmaciones y sentencias generalmente erróneas. Se trata de tomar como referencia
uno o varios elementos, hechos o personas, para, a partir de algún elemento común,
compartido o frecuente, llegar a la conclusión de que todos los casos son similares. Los
términos “siempre”, “nunca”, “todo”, “nada”, están en el origen de muchas
discusiones.
Culpabilización.
La culpabilidad puede ser una poderosa herramienta de control. Determinadas
expresiones tienden a culpabilizar a la persona que las utiliza, al destinatario del
mensaje o incluso a un tercero: “por tu culpa”, “toda la culpa es mía”, “con lo que
hacemos por ti”, “tu eres el responsable de todo lo que ha ocurrido”…
Este tipo de frases tiende a obviar otros muchos factores o motivos que pueden
estar implicados o relacionados con la cuestión que se está tratando. Además de
personalizar y cargar la responsabilidad en un solo individuo, ahonda en el carácter
determinista de los acontecimientos, sin mencionar otros factores, o incluso aspectos
positivos, como sería el caso de posibles aprendizajes que se han derivado de dicha
situación.
Actitudes defensivas o de contraataque.
En ocasiones nos dirigimos a los demás con la expectativa de que vamos a
obtener una negativa, vamos a ser rechazados, o nuestros argumentos o nuestra
persona van a ser puestos en entredicho. Hablamos a la defensiva, y pensamos
constantemente cómo vamos a responder a los argumentos que se nos están
presentando. La conversación transcurre así más pendientes de cómo vamos a
defender nuestras ideas y a destruir las del interlocutor (convertido en este caso en
adversario) que dejando fluir el diálogo de una forma natural.
Exigencias e imperativos.
El contenido de algunos mensajes está plagado de obligaciones, deberes,
imperativos, órdenes, exigencias. En este tipo de discurso se advierte o ser fuerza al
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