Page 100 - Drácula
P. 100

Drácula de Bram Stoker


                         No era de extrañar que el capitán del guardacostas se
                  hubiera sorprendido, o que hubiera sentido temor, pues no es
                  muy común que puedan verse cosas semejantes. El hombre
                  estaba simplemente atado de manos, una sobre otra, a la cabilla
                  de la rueda del timón. Entre su mano derecha y la madera había
                  un crucifijo, estando los rosarios con los cuales se encontraba
                  sujeto tanto alrededor de sus puños como de la rueda, y todo
                  fuertemente atado por las cuerdas que lo amarraban. El pobre
                  sujeto puede ser que haya estado sentado al principio, pero el
                  aleteo y golpeteo de las velas habían hecho sus efectos en el
                  timón de la rueda y lo arrastraron hacia uno y otro lado, de tal
                  manera que las cuerdas con que estaba atado le habían cortado
                  la carne hasta el hueso. Una detallada descripción del estado de
                  cosas fue hecha, y un médico, el cirujano J. M. Caffyn, de East
                  Elliot Place, Nº 33, quien subió inmediatamente después de mí,
                  declaró después de hacer un examen que el hombre debió ha
                  ber estado muerto por lo menos durante dos días. En su bolsillo
                  había una botella, cuidadosamente tapada con un corcho, y
                  vacía, salvo por un pequeño rollo de papel, que resultó ser el
                  apéndice del diario de bitácora.
                         El capitán del guardacostas dijo que el hombre debió
                  haber atado sus propias manos apretando los nudos con sus
                  dientes. El hecho de que el capitán del guardacostas fue el pri
                  mero en subir a bordo, puede evitar algunas complicaciones más
                  tarde en la Corte del Almirantazgo; pues los guardacostas no
                  pueden reclamar el derecho de salvamento a que pueden optar
                  todos los civiles que sean primeros en encontrar un barco aban
                  donado.
                         Sin embargo, los funcionarios legales ya se están mo
                  viendo, y un joven estudiante de leyes está asegurando en altas
                  y claras voces que los derechos del propietario ya están comple
                  tamente sacrificados, siendo retenida su propiedad en contra
                  vención a los estatutos de manos muertas, ya que la caña del
                  timón, como emblema, si no es prueba de posesión delegada, es
                  considerada mano muerta. Es innecesario decir que el marinero
                  muerto ha sido reverentemente retirado del lugar donde mante
                  nía su venerable vigilancia y guardia (con una tenacidad tan
                  noble como la del joven Casablanca), y ha sido colocado en el
                  depósito de cadáveres en espera de futuras pesquisas.

                         Ya esta pasando la repentina tormenta, y su ferocidad
                  está menguando; la gente se desperdiga en dirección a sus ca
                  sas, y el cielo esta comenzando a enrojecer sobre la campiña de



                                              99
   95   96   97   98   99   100   101   102   103   104   105