Page 99 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  un banco de arena y grava lavado por muchas mareas y muchas
                  tormentas, situado en la esquina sureste del muelle que sobre
                  sale bajo East Cliff, y que localmente es conocido como el mue
                  lle Tate Hill.
                         Por supuesto que cuando la nave embistió contra el
                  montón de arena se produjo una sacudida considerable. Cada
                  verga, lazo y montante sufrió la sacudida, y una parte del mástil
                  principal se vino abajo. Pero lo más extraño de todo fue que, en
                  el mismo instante en que tocó la orilla, un perro inmenso saltó a
                  cubierta desde abajo, y como si hubiese sido proyectado por el
                  golpe, corrió hacia adelante y saltó desde la proa a la arena.
                  Corriendo directamente hacia el empinado acantilado donde el
                  cementerio de la iglesia cuelga sobre la callejuela que va hacia
                  el muelle del este, tan pronunciadamente que algunas de las
                  lápidas (" transatlánticas" o "piedras atravesadas", como las
                  llaman vernacularmente aquí en Whitby) se proyectan de hecho
                  donde el acantilado que la sostenía se ha derrumbado, y desa
                  pareció en la oscuridad, que parecía intensificada justamente
                  más allá de la luz del reflector.
                         Sucedió que por casualidad en aquellos momentos no
                  había nadie en el muelle de Tate Hill, pues todos aquellos cuyas
                  casas se encontraban en la proximidad estaban, o en cama, o
                  habían subido a las alturas para ver mejor. Por eso el capitán del
                  guardacostas de turno en el lado este del puerto, que de inme
                  diato corrió hacia el pequeño muelle, fue el primero que pudo
                  subir a bordo. Los hombres que manejaban el reflector, después
                  de escudriñar la entrada al puerto sin ver nada, dirigieron la luz
                  hacia el buque abandonado y la mantuvieron allí. El capitán del
                  guardacostas corrió sobre la cubierta de popa, y cuando llegó al
                  lado de la rueda se inclinó para examinarla, y retrocedió de pron
                  to como si estuviera bajo una fuerte emoción. Esto pareció picar
                  la curiosidad general y un buen número de personas comenza
                  ron a correr. Es un buen trecho el que hay desde West Cliff pa
                  sando por el puente de Drawbridge hasta el muelle de Tate Hill,
                  pero su corresponsal es un corredor bastante bueno, y llegué
                  con buena ventaja sobre el resto de la gente. Sin embargo,
                  cuando llegué, encontré en el muelle a una muchedumbre que
                  ya se había reunido, y a la cual el capitán del guardacostas y la
                  policía no permitían subir a bordo. Por cortesía del jefe de mari
                  neros se me permitió, como corresponsal que soy, subir a bordo,
                  y fui uno de los del pequeño grupo que vio al marinero muerto
                  mientras se encontraba todavía atado a la rueda del timón.




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