Page 96 - Drácula
P. 96

Drácula de Bram Stoker


                  notoriamente de un negro absoluto, en todas clases de figuras;
                  algunas sólo delineadas y otras como colosales siluetas. La vista
                  de aquel paisaje no fue desaprovechada por los pintores, y no
                  cabe ninguna duda de que algunos esbozos del "Preludio a una
                  Gran Tormenta" adornaran las paredes de R. A. y R. I. el próxi
                  mo mayo. Más de un capitán decidió en aquellos momentos y en
                  aquel lugar que su "guijarro" o su "mula" (como llaman a las
                  diferentes clases de botes) permanecería en el puerto hasta que
                  hubiera pasado la tormenta. Por la noche el viento amainó por
                  completo, y a la medianoche había una calma chicha, un bo
                  chornoso calor, y esa intensidad prevaleciente que, al acercarse
                  el trueno, afecta a las personas de naturaleza muy sensible.
                  Sólo había muy pocas luces en el mar, pues hasta los vapores
                  costeños, que suelen navegar muy cerca de la orilla, se mantu
                  vieron mar adentro, y sólo podían verse muy contados barcos de
                  pesca. La única vela sobresaliente era una goleta forastera que
                  tenía desplegado todo su velamen, y que parecía dirigirse hacia
                  el oeste.
                         La testarudez o ignorancia de su tripulación fue un tema
                  exhaustivamente comentado mientras permaneció a la vista, y
                  se hicieron esfuerzos por enviarle señales para que arriaran
                  velas, en vista del peligro. Antes de que cerrara la noche, se le
                  vio con sus velas ondear ociosamente mientras navegaba con
                  gran tranquilidad sobre las encrespadas olas del mar.
                         "Tan ociosamente como un barco pintado sobre un
                  océano pintado."
                         Poco antes de las diez de la noche la quietud del viento
                  se hizo bastante opresiva, y el silencio era tan marcado que el
                  balido de una oveja tierra adentro o el ladrido de un perro en el
                  pueblo, se escuchaban distintamente; y la banda que tocaba en
                  el muelle, que tocaba una vivaracha marcha francesa, era una
                  disonancia en la gran armonía del silencio de la naturaleza. Un
                  poco después de medianoche llegó un extraño sonido desde el
                  mar, y muy en lo alto comenzó a producirse un retumbo extraño,
                  tenue,hueco.

                         Entonces, sin previo aviso, irrumpió la tempestad. Con
                  una rapidez que, en aquellos momentos, parecía increíble, y que
                  aún después es inconcebible; todo el aspecto de la naturaleza
                  se volvió de inmediato convulso. Las olas se elevaron creciendo
                  con furia, cada una sobrepasando a su compañera, hasta que en
                  muy pocos minutos el vidrioso mar de no hacía mucho tiempo
                  estaba rugiendo y devorando como un monstruo. Olas de cres



                                              95
   91   92   93   94   95   96   97   98   99   100   101