Page 98 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
momento parecía sobresalir del ventarrón, pero que era final
mente opacado por su empuje.
Al poco tiempo, el reflector descubrió a alguna distancia
una goleta con todas sus velas desplegadas, aparentemente el
mismo navío que había sido avistado esa misma noche. A esas
horas, el viento había retrocedido hacia el este, y un temblor
recorrió a todos los espectadores del acantilado cuando presen
ciaron el terrible peligro en el que se encontraba la nave. Entre
ella y el puerto había un gran arrecife plano sobre el cual han
chocado de tiempo en tiempo tantos buenos barcos, y que, con
el viento soplando en esa dirección, sería un obstáculo casi im
posible de franquear en caso de que intentase ganar la entrada
del puerto. Ya era casi la hora de la marea alta, pero las olas
eran tan impetuosas que en sus senos casi se hacían visibles
las arenas de la playa, y la goleta, con todas las velas desplega
das, se precipitaba con tanta velocidad que, en las palabras de
un viejo lobo de mar, "debía de llegar a alguna parte, aunque
sólo fuese al infierno".
Luego llegó otra ráfaga de niebla marina, más espesa
que todas las anteriores; una masa de neblina húmeda que pa
reció envolver a todas las cosas como un sudario gris y dejó
asequible a los hombres sólo el órgano del oído, pues el ruido de
la tempestad, el estallido de los truenos y el retumbo de las po
derosas oleadas que llegaban a través del húmedo ambiente
eran más fuertes que nunca. Los rayos del reflector se mantuvie
ron fijos en la boca del puerto a través del muelle del este, donde
se esperaba el choque, y los hombres contuvieron la respiración.
Repentinamente, el viento cambió hacia el noreste, y el resto de
la niebla marina se diluyó; y entonces, mirabile dictu, entre los
muelles, levantándose de ola en ola a medida que avanzaba a
gran velocidad, entró la rara goleta con todas sus velas desple
gadas y alcanzó el santuario del puerto. El reflector la siguió, y
un escalofrío recorrió a todos los que la vieron, pues atado al
timón había un cuerpo, con la cabeza caída, que se balanceaba
horriblemente hacia uno y otro lado con cada movimiento del
barco. No se podía ver ninguna otra forma sobre cubierta.
Un gran estado de reverencia y temor sobrecogió a to
dos cuando vieron que el barco, como por milagro, había encon
trado el puerto, ¡guiado solamente por las manos de un hombre
muerto! Sin embargo, todo se llevó a cabo más rápidamente de
lo que tardo en escribir estas palabras. La goleta no se detuvo,
sino que, navegando velozmente a través del puerto, embistió en
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