Page 58 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  la puerta, intentando descender para tratar de alcanzarlos en el
                  corredor principal, que pensé debía estar abierto esperándolos.
                  Una nueva sorpresa me esperaba: mi puerta estaba atrancada
                  porfuera.
                         Entonces, corrí hacia la ventana y les grité. Me miraron
                  estúpidamente y señalaron hacia mí, pero en esos instantes el
                  "atamán" de los gitanos salió, y viendo que señalaban hacia mi
                  ventana, dijo algo, por lo que ellos se echaron a reír. Después de
                  eso ningún esfuerzo mío, ningún lastimero ni agonizante grito los
                  movió a que me volvieran a ver. Resueltamente me dieron la
                  espalda y se alejaron. Los coches contenían grandes cajas cua
                  dradas, con agarraderas de cuerda gruesa; evidentemente esta
                  ban vacías por la manera fácil con que los eslovacos las descar
                  garon, y por la resonancia al arrastrarlas por el suelo. Cuando
                  todas estuvieron descargadas y agrupadas en un montón en una
                  esquina del patio, los eslovacos recibieron algún dinero del gi
                  tano, y después de escupir sobre él para que les trajera suerte,
                  cada uno se fue a su correspondiente carruaje, caminando pere
                  zosamente. Poco después escuché el restallido de sus látigos
                  morirse en la distancia.



                         24 de junio, antes del amanecer. Anoche el conde me
                  dejó muy temprano y se encerró en su propio cuarto. Tan pronto
                  como me atreví, corrí subiendo por la escalera de caracol y miré
                  por la ventana que da hacia el sur. Pensé que debía vigilar al
                  conde, pues algo estaba sucediendo. Los gitanos están acam
                  pados en algún lugar del castillo y le están haciendo algún traba
                  jo. Lo sé, porque de vez en cuando escucho a lo lejos el apaga
                  do ruido como de zapapicos y palas, y, sea lo que sea, debe ser
                  la terminación de alguna horrenda villanía.

                         Había estado viendo por la ventana algo menos de me
                  dia hora cuando vi que algo salía de la ventana del conde. Re
                  trocedí y observé cuidadosamente, y vi salir al hombre. Fue una
                  sorpresa para mí descubrir que se había puesto el traje que yo
                  había usado durante mi viaje hacia este lugar, y que de su hom
                  bro colgaba la terrible bolsa que yo había visto que las mujeres
                  se habían llevado. ¡No podía haber duda acerca de sus propósi
                  tos, y además con mi indumentaria! Esta es, entonces, su nueva
                  treta diabólica: permitirá que otros me vean, de manera que por
                  un lado quede la evidencia de que he sido visto en los pueblos o
                  aldeas poniendo mis propias cartas al correo, y por el otro lado,




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