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(…) la réplica, la parodia, la ironía, la revisión de la épica, la aparición de un discurso gay, la
desmitificación del arcadismo social, geográfico, poético, la desconfianza hacia la palabra que no
siempre puede aprehender realidades más vastas y asimismo hacia las propias realidades incapaces de
satisfacer todas las expectativas y aspiraciones generadas en torno a ellas, (…) la voluntad expresa de
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'llamar las cosas por sus nombres'.
Asimismo, añade luego, que otro de los rasgos más importantes que distinguen al grupo es el cambio de
signo de la insularidad (ahora pensada con carácter negativo). Y a partir de este momento inserta a
Virgilio Piñera como principal modelo de expresión poética, centrando la mirada en su poema «La isla
en peso», con el que ya anticipaba el cubano, desde mucho antes, la asfixia y el encierro que vivir en una
isla supone.
A partir de estos precedentes, es loable afirmar que la nueva promoción poética que irrumpe en la década
del ochenta, así como su evolución cosmovisiva asentada en la década posterior e inicios de los dos mil,
muestra atractivos rasgos tipificadores que singularizan y dignifican el espacio que sin dudas merecen en
el ámbito cultural cubano.
Los años y los poetas han seguido pasando, atados a una época, pero en deuda primigenia y febril con su
propia visión del yo. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo? o ¿qué es todo esto que me rodea? constituyen
preguntas cruciales que subyacen tras cada respuesta poética. En la poesía se guarda la memoria de un
pueblo, se archiva la emoción colectiva de una época y bendita sea para que no olvidemos nosotros,
poetas o no, quienes somos.
Hoy, puedo decirlo, también soy parte de los que han cambiado de lugar su cama, su almohada y sus
manías, de los que se levantan lejos del abrazo de sus padres y la tumba de sus abuelos, procurando versos
maltrechos que a ratos quedan inconclusos por el cansancio y la prisa de los días que ahora corren,
literalmente corren, créanme y yo no siempre los alcanzo en su velocidad. Escribo, exorcizo los demonios
de la nostalgia con el ritual salvador de la palabra. Para que no me despojen de mi historia ni me impongan
un yugo ideológico que no sabré defender. Pienso en Cuba y mis versos asombrados notan que “La
ciudad se desborda en los límites de un mapa/ las manadas emigran/ y el hueco de su espacio/ aprende
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los modos de permanecer (…) La ciudad es un telón raído de donde escapan las máscaras.
Finalmente, y cerrando con prudencia la página para no abusar del tiempo que jamás sobra, creo una
cosa: Conforme o no con la verdad, con la inexplicable versatilidad de la justicia, la labor del poeta debe
ser siempre de renuncia, de rompimiento y crítica, de constante reinvención de aquello que, por
inamovible o duradero, se convierte a sí mismo en tiranía. Permítase el poeta la duda de creer, pero
cóbrese con impiedad la deuda de crear.
5 ĺdem.
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Poema «Mirada triste» de mi libro Los mapas interiores, Indómita Editores, Puerto Rico, 2012.
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