Page 79 - MIN TTC 18 NOV 2015
P. 79
En la escena del bulevar de Oranjestad y a lo largo de la zona de las cadenas hoteleras,
algunos con sus fachadas de arquitectura antillana y colores llamativos, casinos y sillas
tumbonas frente a un mar turquesa, entraron nuevos personajes. Una reciente clase de
turistas venezolanos camina por las calles, muchas veces con sus maletas a rastras bajo el
sol. Es un turista que no saca cámaras ni despliega mapas ni compra souvenirs.
El venezolano, con su gorra de beisbol o la tricolor de la filiación política de preferencia,
hace cola en los cajeros automáticos de los bancos, arma barullo frente a la abundancia de
los supermercados —allí sí toma la foto para el recuerdo—, y merodea por las calles en
busca de un sitio donde sacar de una tajada los dólares de las tarjetas que permite el
gobierno usar a viajeros en el exterior.
Aunque no es nuevo, el fenómeno de los “raspacupos” en Aruba ha ido en crecimiento.
Quienes ingresan a la isla con este propósito buscan sacar el máximo de los 700 dólares
que pueden obtener por 7 días de estadía y traer a Venezuela la mayor cantidad de
efectivo, que en apenas 30 minutos de vuelo se multiplica por casi 800, según la tasa del
mercado negro de esta semana. Así, para muchos, el debilitado presupuesto mensual se
robustece para pagar los gastos corrientes.
“Fui con un amigo que ya había ido dos veces en el año. Nos buscó al aeropuerto una
pareja de colombianos que arregló todo. Llegamos a una pequeña posada donde
podíamos cocinar si queríamos, pero nos llevamos galletas y algunos enlatados para
comer allá. A las 8:00 am nos llevaban al centro, en el bulevar, y nos iban a buscar al final
de la tarde, para que no gastáramos en electricidad y agua dentro de la posada. Así que
caminábamos por toda esa zona de comercios. Pagamos 10 dólares por el traslado del
aeropuerto a la casa y unos 25 dólares por cada noche de alojamiento. Eran personas muy
amables”, relata José, un joven que vio en ese viaje la posibilidad de aumentar su sueldo
mínimo mensual.
En su caso, logró retirar 160 dólares de un cajero automático, compró algunos artículos en
un supermercado y el hombre que lo alojó le habló de ir a un casino donde le “rasparían” su
tarjeta. Así lo hizo: “A 354 le restaron 29 dólares en el casino de un hotel, y eso fue lo que
me entregaron”. Ahí recibió una factura de su transacción como si se tratara de un jugador
habitual, como otros venezolanos que desde hace muchos años van a la isla a apostar.
“Pasaba el día caminando por el bulevar, entrando a tiendas a mirar para distraerme, pero
sin gastar mi dinero. En la noche regresábamos a la casa a comer, bañarnos y dormir. Esa
fue la rutina”, relata así su viaje.
El negocio del alojamiento barato también lo ofrecen personas de origen asiático que al
cobrar la habitación de la posada o pequeño hotel les recargan un extra por entregar al
turista “raspacupo” el resto de su dinero en efectivo. La factura refleja el alojamiento, y
también servicios como actividades recreativas que justifiquen al final alrededor de 300 a
400 dólares. En avisos publicitarios se ofrece la estadía por apenas 15 dólares la noche y
la posibilidad de pagar en bolívares.