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que se dediquen a esas prácticas con multas por 10.000 florines (5.714 dólares,
aproximadamente). La penalidad incluye el bloqueo del punto de venta.
Por eso, en ciertos establecimientos comerciales comenzaron a aparecer carteles que
dicen: “No raspamos cupo. No cash refund”. Y más recientemente: “No aceptamos tarjetas
de crédito venezolanas”. En la última semana también han aparecido carteles que dicen:
“Prohibido entrar en grupos de más de dos personas”, como una medida particular de
negocios que quieren disminuir los robos de sus mercancías. Aseguran que la inseguridad
ha aumentado.
Ante las restricciones se retomaron modos ya conocidos por la generación de viajeros
Cadivi en aprietos. Los venezolanos se acercan a los arubeños y les ofrecen cancelar con
su tarjeta de crédito las compras a cambio del monto gastado en efectivo. Otros han
comenzado a comprar cervezas en cajas —con sus tarjetas venezolanas— que revenden
en la playa, en estacionamientos de particulares o en los negocios de chinos para obtener
el efectivo. En un supermercado de Schotlandstraat se pueden armar filas de compradores
venezolanos en busca de cerveza, que son despachados por la puerta trasera del
establecimiento como ocurre con los productos regulados en automercados en Venezuela.
“La gente en sí no tiene problemas con que vengan los venezolanos, pero que no se metan
con los arubeños como algunos lo están haciendo. Una persona va a un supermercado y
se le acercan para comprar la mercancía y conseguir dinero en efectivo. Otros piden ayuda
en forma incorrecta y hasta hacen trucos para robar a personas. La gente aquí en Aruba se
siente acosada. Ha ocurrido que han perseguido a personas hasta sus casas y luego los
asaltan. Por supuesto, este fenómeno no pasa con todos, pero es ahora la percepción que
hay en general sobre los venezolanos. En una isla pequeña como Aruba, muy rápidamente
esto se convierte en un problema”, señala el periodista Tito Laclé, director del portal
informativo NoticiaCla.com.
El 26 de octubre, la mezcla de malestar y temor hacia los venezolanos, los convirtió en
vecinos indeseables. Tres venezolanos estuvieron involucrados en el robo en el Excelsior
Casino, del hotel Holiday Inn, y están detenidos junto con una mujer colombiana y un local
arubeño.
Ese día, muy temprano en la mañana, el trío de venezolanos ingresó sin levantar sospecha
al casino y una vez en el interior del recinto, amarraron a los empleados que se
encontraban, los golpearon con las cachas de sus pistolas y sustrajeron una alta cantidad
aún no determinada de dinero en dólares y florines. Huyeron en un carro gris que luego
dejaron abandonado. Una semana después la Policía de Aruba atrapó a los tres asaltantes,
luego de un despliegue policial. Días después aprehendieron a una colombiana y esta
semana a un arubeño que también participaron en el robo.
Con el deterioro de la situación política y económica de Venezuela, la fantasía de huir del
país en botes desde Falcón hasta la isla vecina, como lo han hecho por décadas cubanos
hacia Florida, se hace eco como un chiste en las redes sociales. Pero en Aruba empieza
tomar espesura de amenaza. Según cifras extraoficiales, este año al menos 2.000