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CAPÍTULO QUINCE










                  S
                               e retiró a una vivienda con amplio jardín. Allí vivía con


                               su mamá, su hijo y su amigo Alipio, para entonces su

                               mujer lo había dejado. Ella tenía otros planes, dejarlo


                  libre e irse a vivir a un monasterio de monjas, donde pensaba

                  pasar y gastar todo lo que le restaba de vida. Así se convirtió


                  en  un  alma  más,  que  Mónica  ganó  para  el  cielo  con  su

                  testimonio de vida. Ella, la mamá de Adeodato, en el tiempo

                  que  vivió  con  su  suegra  conoció  el  valor  y  la  belleza  de  la


                  Iglesia  Católica.  Así  se  lo  dijo  a  su  amado  en  la  carta  de

                  despedida.




                  Aunque Mónica no era una monja, por su entrega y pasión es


                  como si lo hubiera sido. Esta mujer supo vivir su vida de laica

                  con verdadero entusiasmo por las cosas celestiales. Nadie que


                  entrara  en  contacto  con  ella,  se  libraba  de  pensar,  aunque








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