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oración. Su vida era un constante estudio y, sobre todo, su vida

                  se había hecho una con el amor. Si estaban de por medio las


                  necesidades ajenas, se relativizaba a sí mismo. Llegó a decir

                  que: “el Amor era su peso y que por él era llevado a donde


                  quiera que fuera”. También dijo que: “quien ama puede hacer

                  lo  que  quiera”.  Durante  su  vida  como  obispo  nunca  fue


                  indiferente a los problemas de la gente de Hipona.



                  Hipona,  la  real.  Esa  ciudad  tenía  algunas  características  de


                  Cartago, de aquella que he mencionado antes. En Hipona, que

                  estaba  a  la  orilla  del  mediterráneo,  residieron  los  reyes  de


                  Numidia; había gran movimiento de personas y de comercio.

                  La caracterizaban la exportación de trigo y de vino y el trabajo


                  del  mármol.  En  esta  ciudad  estaban  más  arraigadas  las

                  costumbres de África del norte. Era apetecida por los romanos,


                  la  llamaban  “el  granero  del  imperio”.  Lo  que  se  vivía  en

                  Tagaste, pueblo pequeño y acogedor, en esta ciudad se vivía,


                  pero de una manera más amplia.



                  Fue  en  Hipona,  localidad  tan  importante  y  de  tan  variadas


                  costumbres, donde Agustín vivió y sirvió como  obispo. Para

                  aquella gente, incluso para los más viciosos, Agustín era un


                  Padre y lo respetaban como tal, sobre todo, lo querían. Dos






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