Page 65 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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CAPÍTULO DIECISIETE
E
ste no es el final de esta apasionada vida. Antes tuvo
que pasar por otras luchas que lo marcaron. Un día
en medio de tanto sufrimiento, sin saber qué hacer
mientras estaba en el jardín de la casa acompañado de Alipio,
disimuladamente se separó de él, se fue corriendo lo más largo
que pudo y, sin contener el llanto, se tiró debajo de una higuera
a llorar como un niño desconsolado. Allí tendido sobre el
césped, bajo la sombra de la higuera, solo estaba él y su
desesperación; llanto y lágrimas transformaban su alma.
En esas estaba cuando escuchó la voz de unos niños que
cantaban: “toma y lee, toma y lee”; como un juego de niños que
él nunca había oído. Tampoco había niños allí cerca. Él
reaccionó y entendió que Dios le estaba dando un mensaje;
corrió hacia un códice de San Pablo que estaba en el banco
junto a Alipio, y el primer escrito que vio fue un llamado a dejar
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