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CAPÍTULO VEINTE










                  C
                                iertamente  Agustín  logró  minar  las  estructuras  de


                                aquella sociedad, a través de su trabajo episcopal,

                                prédica,  testimonio  de  vida,  organización  social,


                  atención a los más necesitados y oración; todo con la ayuda

                  de  los  monasterios  que  había  fundado.  Los  monjes


                  complementaban el trabajo que a él le faltaba como obispo. A

                  pesar de todo su esfuerzo, los estragos se dejaron sentir. Y

                  cuando  aquella  ciudad  portuaria,  tan  importante,  se  estaba


                  recuperando, comenzaron a incursionar las tropas enemigas

                  del imperio romano.




                  Los  brotes  de  violencia,  la  inseguridad  y  la  pobreza


                  comenzaron a agudizarse. La localidad que antes había sido

                  “el granero del imperio”; ahora, era una de las primeras en ser


                  atacada por los bárbaros: hombres de aspecto guerrero, altos,

                  blancos, tostados por el sol y el viento, sus cabellos largos,





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