Page 107 - Desde los ojos de un fantasma
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extendía su mano en dirección al fadista—. ¡Tanto gusto, soy Míster Ex Doble!


               —¡Y yo Míster Pro Tercero! —anunció el otro, repitiendo el entusiasta saludo de
               su compañero.


               La sonrisa que colgaba de sus rostros dejaba en claro que aquellos hombres
               estaban muy complacidos de estar ahí, casi al amanecer, importunando a un
               personaje que apenas hacía unos minutos estaba dormido. No esperaron la
               invitación para entrar en el departamento y haciendo a un lado al fadista se

               internaron en su casa. Una vez dentro, siempre sin dejar de sonreír,
               intercambiaron una mirada que quería decir que aquel lugar no era lo que
               esperaban.


               —¡De verdad que es usted un personaje algo excéntrico! —dijo Míster Ex
               Doble.

               —No lo entiendo —respondió Juan Pablo.


               —Mi compañero quiere decir que pudiendo vivir en un lugar lleno de lujos,
               usted ha escogido un hogar un tanto…


               —Un tanto sencillo —interrumpió Míster Ex Doble a su compañero temiendo
               que fuera a decir una barbaridad.


               —A mí me gusta mucho mi casa.


               —Sí, sí, está muy bonita —dijo con falso entusiasmo Míster Pro Tercero—, pero
               usted debería vivir en Miami, en Londres, en Los Ángeles. Cerca de los círculos
               del poder del show business.


               —En Alfama me encuentro bien. Aquí viven muchos de mis amigos, tengo una
               vista preciosa y además debo confesarles que nunca he entendido muy bien qué
               quiere decir eso de show business —dijo Juan Pablo. Después lanzó un enorme
               bostezo y cruzó el pequeño departamento para abrir de par en par la puerta de su
               terraza.


               La luz de la mañana bañaba de un color azul aleta de delfín el edificio de
               enfrente. En un balcón había dos macetas alargadas en las que vivía una multitud
               de flores y plantas que parecían estar pendientes de todo lo que sucedía en la
               calle: el paso de una joven en bicicleta, un perro al que se le había hecho tarde,
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