Page 127 - Desde los ojos de un fantasma
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TODO comienza en una pequeña chimenea, en el asta de la bandera fantasma
               del ascensor de Santa Justa. En realidad es una chimenea a la inversa, porque en
               lugar de echar humo, más bien sirve para atrapar los humores, los estados de

               ánimo que flotan sobre Lisboa. La entrada de la chimenea no es más grande que
               la boca de una botella; sin embargo, por ese pequeño agujero entran cada tarde
               todos los sentimientos que desprenden quienes ríen y lloran y cantan y sueñan en
               la ciudad. Desde Haruki hasta Quim Veloso. Desde Natasha hasta João.


               Entra, pues, el ánimo de la ciudad por la pequeña chimenea, y entonces
               comienza su recorrido por las múltiples tuberías que también sirven como
               cimientos para el ascensor.


               La inmensa máquina en la que se prepara la saudade está formada por millones y
               millones de tubos de diferentes grosores. Los hay tan grandes como un vagón de
               tren y otros tan pequeños como un popote. Tanques, también de muy diversos
               tamaños, conforman el complicado mecanismo. Algunos de estos recipientes
               tienen paneles indicadores en los que cientos de agujas anuncian misteriosos
               factores que solo los languis son capaces de descifrar.


               Sería imposible determinar con exactitud el funcionamiento de la máquina para
               preparar saudade. Lo que sí se sabe es que algunas cosechas son mejores que
               otras. Ya se mencionó que la del año 2004 fue memorable. La saudade 2004 fue
               especialmente melancólica porque aquel año Portugal perdió la final de la
               Eurocopa que ellos mismos habían organizado. Tanta tristeza inundó el ambiente
               que la saudade de esa temporada se impregnó de un regusto a fracaso que la
               convirtió en una de las favoritas de los expertos.


               Se entiende entonces (si es que en realidad se puede entender algo tan
               complicado) que la saudade se alimenta del entorno y el entorno se nutre de la
               saudade.


               Después de kilómetros y kilómetros de tuberías, el sistema desemboca en el
               sótano del ascensor. Al final hay un tubo idéntico al del asta bandera fantasma:
               un pequeño tubo que en la punta tiene un gotero del que surge la saudade, de
               forma lenta pero constante. Un languis aburrido va colocando las botellas sobre
               el dosificador. Cuando la botella se llena, el languis le inserta el característico
               corcho negro y le coloca la etiqueta de la cosecha correspondiente.
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