Page 128 - Desde los ojos de un fantasma
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Se producen seis botellas cada veinticuatro horas. Así que el languis aprovecha

               el tiempo para alimentarse escuchando la conversación de su respectivo nuno.





               Si el proceso de elaboración de la saudade resulta complicado de entender, no es
               menos sorprendente su sistema de distribución. Cada una de las seis botellas se
               debe repartir por los bares y cafés de la ciudad. Esta labor corre a cargo de tres
               pequeños: Fernando, a quien ya seguimos durante una de sus jornadas de trabajo,

               además de Esperanza y Enriqueta. El trío distribuye las botellas de saudade
               desde hace ya varias décadas por la ciudad de Lisboa. No hay local, por pequeño
               que sea o alejado que se encuentre, que no reciba la visita periódica de los niños
               repartidores. Hasta hace poco la demanda de la sustancia sentimental era
               constante. Sin embargo, de un tiempo a esta parte (de eso también ya hemos sido
               testigos) el consumo de saudade ha bajado considerablemente, por lo que cientos
               de botellas se apilan aburridas en el almacén de la torre, mientras un sospechoso
               fulgor artificial adorna la mirada de la gente. Por más esfuerzos que hacen los
               tres pequeños fantasmas, cada día reparten menos botellas de saudade. Languis y
               nunos que los conocen bien los notan cada vez más descoloridos. Se van
               convirtiendo en fantasmas de fantasmas, condición que los acerca
               peligrosamente a la nada.






               El último eslabón de la cadena responsable de dotar a Lisboa del prodigio de la
               saudade lo forman los cantineros y los encargados de las barras de café de la
               ciudad.


               Son la cara visible del proceso y por lo tanto son quienes deben aguantar las
               cejas levantadas de los clientes curiosos. Mientras que casi nadie sabe de la
               existencia de languis y nunos, los fantasmas lisboetas son cada vez más comunes
               y por lo tanto es fácil que pasen desapercibidos. Los encargados de servir las
               bebidas son quienes despiertan las polémicas más encendidas.


               Y aunque nosotros sabemos a ciencia cierta que la saudade existe, no todo
               mundo comparte esa opinión. Una vez que los cantineros vierten unas gotitas en
               la bebida que van a servir, la saudade se transforma en un sentimiento y por lo
               tanto será incolora, inodora y no tendrá sabor. A partir de ese momento se
               pueden sentir sus efectos pero no es posible demostrar ese sentimiento.
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