Page 139 - Desde los ojos de un fantasma
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MIENTRAS los parroquianos de La Escalera se sorprendían con las revelaciones
               de Gio y comenzaban a plantear una posible resistencia en contra de la invasión
               de los Smileys, Míster Ru, el secuestrador, se presentó cerca de la una de la tarde

               en el departamento de Juan Pablo.

               Igual que sus compañeros de trabajo, vestía una camisa multicolor, cargaba un
               aura oscura y sería difícil describirlo como hasta ahora hemos hecho con los

               diferentes personajes que aparecen en esta historia. Si acaso quisiéramos pecar
               de imaginativos podríamos decir que Míster Ru era una caja de cartón café. Una
               caja para guardar tornillos viejos y oxidados. Incluso había olvidado colocarse el
               detalle de la flor amarilla en el ojal. En definitiva, Juan Pablo descubrió a un
               hombre muy aburrido cuando se asomó por la mirilla para saber quién estaba
               tocando a su puerta.


               —¿Quién es usted?


               —Represento a Smileys & Inc. & Inc. & Inc. & Inc. Usted no me conoce pero
               vengo a secuestrarlo. Teníamos la cita a las dos pero se me hizo temprano.


               —Me dijeron que vendría con una flor amarilla prendida del ojal. Empiezo a
               desconfiar —respondió el fadista desde el otro lado de la puerta al percatarse de
               la ausencia del adorno.


               —Se me olvidó la flor… Pero créame, de verdad soy la persona responsable de
               su secuestro.


               —No sé… podría tratarse de una trampa.

               —Mire, aquí traigo unas esposas y un esparadrapo para someterlo —dijo el
               hombre mientras sacaba aquellos objetos de una de sus bolsas.


               —Está bien, le creo, pero tendrá que esperar un poco, a mí me aseguraron que
               usted llegaría a las dos y aún no estoy listo —dijo Juan Pablo a regañadientes
               una vez que abrió la puerta. Después invitó a su futuro captor a sentarse en un

               sillón y le ofreció una revista, que el recién llegado rechazó con amabilidad.

               —¿Quiere entonces un café?
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