Page 44 - Desde los ojos de un fantasma
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—No, tampoco me gusta —contestó Angelina, y entonces dejó escapar una
sonrisilla irónica.
Si François hubiera tenido un poquito de inteligencia se habría dado cuenta de
que la joven comenzaba a sentirse molesta; sin embargo, alguien que sale a
conquistar corazones amparado en el precio de su vestimenta no es precisamente
un sabio.
—Qué raro que no te guste, porque me costó más de trescientos euros —señaló
François, para poner la cereza en el pastel de su estupidez.
—¿Pensabas conquistarme porque tu cazadora es cara?
—La verdad, sí —respondió orgulloso el muchacho, que no se había dado cuenta
de que estaba a un milímetro de rebasar una frontera muy peligrosa.
—¿Lo dices en serio?
—Como que me llamo François y esta cazadora me costó más de cuatrocientos
euros.
Cien euros de más en ocho segundos… Pero eso era lo de menos, el problema
estaba en el milímetro que el joven había traspasado con su tontería.
Estaba claro que no habría retorno en la furia de Angelina. La mirada que antes
semejaba el reflejo de un manantial se transformó en la visión de un animal
rabioso; las uñas comenzaron a dejar surcos en la mesa y hasta los colmillos de
la niña se tornaron un poquito más grandes y puntiagudos.
Angelina niña loba en la barra de un café de París.
Angelina niña loba que tomó con una de sus garras el cuello de François. Ya no
rasgaba la madera de la mesa sino la piel del pobre muchacho, que ya no podía
ni tragar saliva (gesto al que recurren muchas personas cuando tienen miedo).
Y si François no pudo tragar saliva fue porque la garra de Angelina estaba
precisamente sobre su yugular y es francamente incómodo pasar cualquier cosa
por la garganta en esas condiciones.
—No me gusta tu cazadora ni me gustan los chicos como tú —le susurró la