Page 87 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
P. 87

Después cada uno se sumió en sus pensamientos. Fue tan profundo el silencio

               que pensé que el pequeño se había dormido. Y estaba a punto de marcharme
               cuando sentí unas palabras que habrían de cambiar el rumbo de mi vida:

               Te propongo un trato. Yo te ayudo a conquistar el amor de Grete y tú me enseñas

               todos los secretos para convertirme en un fantasma.

               —Acepto —contesté sin pensarlo dieciséis veces (dos por cada cerebro)—. A
               partir de mañana em pezamos las clases de fantasmagoría.


               Sonrientes nos dimos un apretón de manos entre los barrotes de la cuna, pero sin
               comprender en realidad lo que significaba aquel compromiso que estábamos
               sellando.


               Desde mañana empezamos las clases de amor, señaló el pequeño.


               Para formular esta última frase el bebé sonrió levemente, no necesitó más: a
               veces el amor es así, algo muy sencillo.


               Me retiré al Hotel Flores Chiquitas y en la soledad del cuarto me puse a meditar
               si era posible transformar a un niño en fantasma; entonces un enorme grito
               proveniente de mi defectuosa conciencia me confirmó que sí, que era posible.


               (Mi conciencia, ya verás, es muy especial, pero ni modo de andarla ignorando
               todo el tiempo.)


               El grito fue ganando terreno en mis mentes por la simple razón de que nosotros
               los fantasmas surgimos por culpa de una caca de pájaro que cayó donde no
               debía, y ese minúsculo hecho nos impulsó, primero a despabilarnos, después a
               crear paraguas y por último a querer cumplir cualquier deseo que pudiera
               abrazarnos, por absurdo que pareciera.


               Uno: sueñas con una uva que canta en inglés.


               Dos: deseas fervientemente escuchar sus canciones.


               Tres: la uva te canta con una potencia que no podría igualar ningún tenor.


               De lo ordinario a lo maravilloso en tan sólo tres pasos.
   82   83   84   85   86   87   88   89   90   91   92