Page 82 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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la jaula del león enano y sosteniendo una plática aderezada con todo tipo de

               carcajadas, estaban el payaso que me había vendido el boleto y el maestro de
               ceremonias. Al verme se pusieron pálidos del susto porque creyeron que seguiría
               reclamando el importe de mi entrada; pero ahora, después de haber admirado a
               Grete, mi agradecimiento hacia ellos era infinito.


               No pude aguantarme las ganas y me abalancé hacia aquellos dos hombres con la
               intención de abrazarlos y besarles la frente, que es la manera como los fantasmas
               retribuimos los favores recibidos. Un par de ¡muas! estallaron en los rostros del
               payaso y el maestro de ceremonias.


               —¡Muchas gracias, señores! ¡La función ha sido en verdad maravillosa! —les
               dije casi a gritos antes de perderme entre los carromatos en busca del amor.


               Ellos habrán pensado que yo estaba loco: segundos antes pedía que me
               devolvieran mis veinte rupias y ahora los felicitaba emocionado. Pero en esos
               momentos nada me importaba. O, mejor dicho, sólo me importaba una cosa en
               los mundos (humano, fantasma o literario): contemplar de nuevo la mirada de
               Grete.


               De pronto, al rodear la pequeña caballeriza del circo, me encontré con ella. Mis
               dos corazones se detuvieron por espacio de un segundo, y juro que, como pasa
               en las películas, de algún lugar misterioso surgió una dulce musiquita que lo
               inundó todo.


               Pero no estábamos dentro de una película sino dentro de un libro, y la música
               provenía, luego lo averigüé, de una filarmónica de campaneros que ensayaba
               cerca de allí.


               —¡Hola, Grete! ¡Me encantó tu número, fue maravilloso! —exclamé
               sinceramente emocionado y queriendo caerle bien.


               —Tengo novio y se llama Antonio —fue su extraña respuesta.


               Yo pensé que no había escuchado bien mis palabras y quise continuar con la
               charla.


               —¡Qué valentía la tuya para atreverte a desafiar un cuchillo tan filoso!

               —Tengo novio, se llama Antonio y es el más intrépido de los personajes de
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