Page 118 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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UN BOLETO PARA LA CASA DE LOS SUSTOS






               ESTO COMENZÓ el día que murió mi esposa, seguro la recuerdas, le decían la
               Mujer Salvaje y la gente le temía un poco, tal vez por sus dientes puntiagudos o
               por los tatuajes que tenía en la cara… No sé; pero te puedo asegurar que era la
               mujer más dulce y buena que ha pisado este mundo.


               Cuando murió de gripe fulminante, fue como si se hubiera apagado el Sol, el
               corazón se me congeló como paleta de nanche, te juro que no tenía ganas de
               nada, abandoné mis publicaciones, mis empleos, mi labor de recopilador de
               historias. Nada tenía sentido y yo mismo era como una planta viviendo sin
               voluntad propia.


               Seguramente has oído la versión de que estuve vagando por los cenotes sagrados
               de Zaci, en Yucatán, buscando monstruos antediluvianos. En realidad quería
               esconderme, como si yo mismo fuera un monstruo, como si el dolor me hubiera
               deformado y quisiera permanecer para siempre en una madriguera.


               Viví de esta manera algún tiempo, hasta que mis energías se debilitaron tanto
               que una mañana desperté con el sabor de la muerte debajo de la lengua, fue
               entonces cuando regresé a mi casa, si iba a morir, pensé que lo mejor sería

               hacerlo envuelto en mi cobija de Chinconcuac, en mi cuarto; pero la vida se
               encaprichó conmigo, pasaron los días y no me morí ni encontré descanso, al
               contrario, venían mis parientes intentando quitarme mi casa y eso me dio
               energías para luchar, fue entonces cuando llegué a la conclusión de que si seguía
               con vida, era porque aún faltaba realizar mi mayor hazaña profesional.


               Una tarde vino a visitarme mi compadre Agustín Melitón. No sé si has oído
               hablar de él, pero ha sido uno de los más grandes promotores de caravanas
               artísticas que ha tenido este país.


               Comenzó a finales de los años cuarenta, tenía una caravana de minidobles, tenía
               a todas las grandes estrellas del espectáculo de ese momento, en versión
               diminuta, enanos para que me entiendas; pequeños que se asemejaban a Pedro
               Infante, a Dolores del Río, a Toña la Negra. Se montaban espectáculos a escala y
               se adecuaban las canciones con alguna gracejada. La caravana fue muy exitosa y
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