Page 120 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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el tema.
—Ya estoy fuera del negocio —le advertí—, no pienso salir de mi retiro por una
casa de espantos de feria.
—Primero escucha mi propuesta completa —pidió mi compadre.
De mala gana, acepté oír la idea dizque genial. Agustín Melitón abrió un
portafolio, sacó algunos papeles y con esa voz envolvente que utilizan los
vendedores de aspiradoras, me contó que en efecto, tenía pensado abrir una casa
de espantos de feria.
—Pero diferente a todas —explicó—. La mía tendrá algo grandioso,
impresionante, único… Algo que va a revolucionar el mundo del espectáculo,
¿estás listo para oírlo?
Asentí, desganado, y mi compadre, luego de una pausa dramática, dijo con voz
triunfal:
—Realidad.
—¿Realidad? —Me removí confundido—. ¿Y eso qué significa?
—Que no habrá disfraces, ni marionetas, ni muñecos de cera. Todo en la casa
será real: me refiero a monstruos, fantasmas, demonios de carne y fuego… ¿No
es genial?
Agustín Melitón se enjugó una lagrimita, se había emocionado por sus propias
palabras.
—Bonito plan, pero no creo que funcione —dije tajante—. Por experiencia
propia sé que no es posible apresar a los fantasmas ni a los monstruos.
—¡No me has entendido! —Agustín Melitón saltó de su asiento—. ¡No voy a
apresar a nadie! Todas las criaturas de mi espectáculo estarán por su propia
voluntad, tendrán contrato y prestaciones de ley. Además me esforcé mucho para
que se sientan como en casa…
En ese momento me di cuenta que Agustín Melitón hablaba muy en serio. Como
jamás lo había hecho en su vida.