Page 125 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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tenían huéspedes muy seguido. Todo marchó bien hasta que les comenté el

               motivo de mi visita, hice hincapié en el magnífico contrato en la casa de los
               sustos, les aseguré que serían felices trabajando en un lugar donde serían
               apreciados y podrían aterrorizar a gusto…


               Entonces se paró la música y me miraron fijamente, un fantasma enorme y
               polvoriento comenzó a reír, y su carcajada corrió como un incendio al resto de
               ellos. Terminé con más de 200 fantasmas riendo a mi alrededor. Finalmente, uno
               de ellos, enjugándose las lágrimas de la risa, se acercó para decirme:


               —Nosotros no podemos salir del pueblo porque somos las personas que durante
               la sequía de hace un siglo nos negamos a dejar nuestras pertenencias. Ahora
               estamos condenados a cuidar nuestras casas hasta que no quede ladrillo sobre
               ladrillo… Y en segundo lugar, nos causa gracia que tú nos pidas eso, si tú
               también eres fantasma, de lo contrario no estaríamos hablando contigo.


               —Qué tontería es esa… —exclamé enfadado por la pesada broma—. Conozco
               bien la naturaleza fantasmal y puedo asegurarles que estoy completamente vivo.


               —Entonces revisa tus conocimientos y de paso, busca en el desierto, bajo una
               duna de arena está tu cuerpo.


               —Al menos cumpliste con tu encargo —me consoló un segundo espectro—. El
               fantasma que buscas para la casa de espantos, ya lo encontraste: eres tú mismo.


               Las risas continuaron de nuevo, sentí un pavor intenso, como jamás había
               experimentado. Me marché de ahí, molesto, nervioso. Y fue entonces cuando me
               di cuenta que mis pies no tocaban el suelo.
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