Page 122 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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De nuevo puso su cara de cachorrito.
—Lo voy a intentar —dije al fin.
Agustín me abrazó y creo que hasta derramó otra lagrimita.
—Sabía que podía confiar en tu amistad —dijo conmovido.
Sinceramente no lo hice por amistad, acepté porque buscar engendros parecía
una actividad más tranquila que estar peleándome con mi familia.
Por primera vez en años me bañé, me acicalé y busqué mis apuntes. Tal vez la
misión no sería tan difícil, había estudiado mucho sobre seres sobrenaturales.
Podías nombrarme un municipio, una ranchería o cualquier región del país y yo
te daba una lista de fantasmas, monstruos y criaturas espectrales de la zona.
Sin embargo, en la práctica el asunto se complicó. Gran parte de lo que yo
conocía eran leyendas y muchas de ellas se basaban en cuentos populares,
suposiciones o malinterpretaciones de algo real.
Por ejemplo, jamás encontré un solo zombi, al parecer los muertos vivientes solo
se dan en Haití, y en los cuatro lugares que visité (Guerrero, Veracruz, Tabasco y
Oaxaca) descubrí que los supuestos zombis eran locos o simples borrachines sin
peinarse y definitivamente nadie pagaría por ver a un borracho.
El asunto de los demonios fue muy delicado, pues si bien conocía la existencia
de algunas entidades infernales, los procesos para verlos, como invocaciones y
hechizos, resultaban más engorrosos que ir a una oficina de gobierno a hacer un
trámite. Había que hacer el llamado en determinados días del año, con Luna
llena, conseguir patas de tarántula, ojos de basilisco y demás porquerías.
Gracias a un hechicero, famoso por hacer trabajitos a políticos, localicé a un
demonio en el norte de Tamaulipas. El demonio tenía un carácter de los mil
demonios, pero conmigo se portó muy bien. Le mostré las fotos de la que sería
su nueva casa, con azufre y todo, después de pensarlo, el ente infernal me dijo
que aceptaba ir a la casa de los espantos, pero que tendría que esperarlo porque
tenía cosas que arreglar, me recomendó que regresara en unos 300 años y con
gusto me recibiría.
Después de los fracasos, pensé que con los monstruos me iría mucho mejor, pues