Page 127 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—Pero bueno…, tampoco quiero provocarte un infarto —dijo mi tío con voz
serena—. Como debes de haberte dado cuenta, soy un fantasma muy pacífico,
sería incapaz de hacerte daño.
—¿En verdad? —pregunté manteniendo una prudente distancia.
—Mira, Tito, podré ser un espectro, pero aún conservo los buenos modales.
Nunca me verás gritando por los pasillos o atormentando a alguien como en una
vulgar película de terror.
Sus palabras comenzaron a tranquilizarme, dejé de resoplar y de pronto sentí una
oleada de curiosidad, mucho más fuerte que el miedo.
—Oye tío… y si se supone que eres… es decir… un fantasma, entonces sabes
cosas de ese tipo como… ya sabes… ¿Qué se siente ser espectro? ¿Es fácil
desvanecerte? ¿Puedes flotar? ¿Atraviesas paredes? Tal vez podrías enseñarme
cómo lo haces…
—Soy un fantasma no un juguete para que te diviertas.
—Perdón. No lo dije por eso… Yo pretendía… Yo solo quería saber…
—Está bien —reconoció con un suspiro—, es normal a tu edad, yo hubiera
preguntado lo mismo… Veamos, ¿qué se siente ser fantasma? —meditó un
minuto—. Te puedo decir que se te enfrían mucho los pies.
—¿Solo eso?
—Creo que sí.
Me sentí algo desilusionado, eso no aclaraba mis dudas.
—Mira, Tito, comprende que no te puedo dar ahora mismo una clase de
anatomía fantasmal —puntualizó el tío Chema—, es muy tarde y te recuerdo que
tú no eres ningún espectro, debes irte a tu casa para bañarte y dormir, tus padres
deben de estar preocupados… así que otro día seguimos con la plática. Te
prometo que poco a poco iré revelándote mis secretos.
Acepté de mala gana. ¿Irme justo ahora? ¡Tenía tantas preguntas que hacerle!
¡Un tío fantasma! ¡Era lo más emocionante que me había ocurrido en la vida!