Page 23 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
P. 23
su colección de soldaditos de plomo y me dejaban ganar en las canicas; pero
nunca faltan los chismosos y unos días después unas señoras se quejaron con mi
madre. Según ellas, sus hijos vivían en un constante ataque de pavor por culpa
de mi mascota.
—Eso es imposible —lo defendió mi madre—. Leopoldo es un primor de
fantasma, sería incapaz de hacer algo malo.
Me reí en silencio, evidentemente mi madre no sabía que activé a mi mascota,
así que seguí enviando sustos a domicilio. Leopoldo se volvió experto en hacer
pequeñas bromas, como deslizar sus fríos dedos en la nuca de algún niño,
meterse bajo las cobijas de alguien o emitir espectrales sonidos desde el fondo
de una bacinilla.
Ahora me arrepiento de todas esas travesuras, pero en aquellos días parecía muy
divertido. Yo era el único niño de Sombrerete que no le tenía miedo a Leopoldo,
aunque reconozco que al pasar los días su aspecto se volvió más extraño. Su piel
blanquísima se cubrió de venillas púrpuras, los ojos le brillaban en la penumbra
y a veces despedía un curioso olor a humo. A mi padre lo ponía intranquilo,
sobre todo porque el fantasma tenía una mueca, como la sonrisita de alguien que
siempre se sale con la suya.
—Juraría que está pensando en hacer alguna maldad —decía mi padre; pero
pronto me di cuenta de que yo también desconocía muchas cosas de Leopoldo.
No entendía por qué le tenía fobia al queso y cuál era la razón para que el cuello
se le pusiera azul los martes. Además solía escabullirse en el interior de las
paredes y se oían unos chirridos muy molestos; pero lo que más me sorprendió
es que Leopoldo resultó un gran coleccionista.
Así como lo oyes. Pronto descubrí que los fantasmas adoran los cachivaches.
Algunos espectros reúnen cuchillas de rasurar oxidadas (si tienen sangre, mejor)
o bolitas de polvo que hay debajo de los muebles, casi todos los fantasmas
coleccionan viejas llaves de cobre y calcetines izquierdos. Cada espectro tiene
sus gustos personales, hay algunos que les da por coleccionar verrugas, dientes
torcidos y hasta moco humano. Muchos fantasmas tienen gustos rarísimos como
Leopoldo, que sentía adoración por la caspa y varias veces lo vi espulgando los
cepillos viejos para llevarse los cabellos con orzuela. Todos sus tesoros los
depositaba dentro de su maletín fantasmal.