Page 25 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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difuntos, termina loco de seguro.
Me puse de mal humor e intenté convencerme de que Lore era muy fea y muy
presumida.
Entonces, al día siguiente, ocurrió algo rarísimo, Lorena Ciprés Montoya sufrió
un accidente. Todo comenzó muy temprano cuando su madre la encontró con la
cara envuelta en un rebozo a modo de tamal de dulce, la niña se negaba a
descubrirse y solo repetía:
—Me robaron… me robaron…
Varios vecinos llegaron a su casa y entre todos la convencieron de que se quitara
el rebozo para explicarse mejor. Yo fui también, más que por curiosidad… por
culpa.
¿Le había hecho algo Leopoldo? Temía, no sé… verla sin nariz o sin orejas. ¡Mi
corazón daba retumbos como de locomotora!; pero respiré aliviado cuando Lore
se quitó el rebozo y vi lo de siempre: la nariz de garbancito, los ojos algo
saltones, las orejas de repollo, en fin, todo igual, pero la niña se pellizcó las
mejillas:
—Miren, ¡ya no tengo pecas! Hoy desperté sin ninguna, ni siquiera las
chiquitas… me las robaron todas.
—¿Y por eso tanto escándalo? —se quejó su madre.
—¡Pero las pecas son lo que más me chulean todos! —aseguró Lore indignada
ante el comentario.
De cierta manera Lorena Ciprés Montoya tenía razón. Sin pecas había perdido
ese aire coquetón que tanto gustaba a los demás niños.
El asunto no pasó a mayores, tampoco Lore podía denunciar a la policía el robo
de sus pecas, además ¿quién querría quedarse con ellas? ¿Y para qué? Ni modo
que para venderlas o empeñarlas. Nadie le hizo caso a la niña despecada y se
olvidó el asunto.
Yo me sentí culpable. Era evidente que Leopoldo atacó a Lore, tal vez quiso
quedar bien conmigo. Más me hubiera valido aclarar el asunto, tal vez habría