Page 28 - Llaves a otros mundos
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sino el real, el que se te sube por la espalda. Luché con todas mis fuerzas para

               recuperar el movimiento. Lo único que pude hacer fue gritar y meter la llave en
               la cerradura de la carroza.

               »Cuando volví a casa, le conté todo a tu madre. No me lo perdonó. Comenzó a

               empacar todo, y en la noche ya te habías ido con ella. Cuando las vi doblar la
               calle en el coche, me metí al baño. Me miré al espejo y vi que mi piel se había
               vuelto verde. A los dos o tres minutos ya me había convertido en lo que ahora
               ves.


               »Tu mamá piensa que si se aleja lo suficiente, se librará de la maldición del brujo
               y, lo que es más importante, te salvarás tú. Pero yo pienso lo contrario. Bruno
               Rufián es muy poderoso y las encontrará donde sea que estén. Y esto es algo que
               ella nunca supo: en el mundo de los oráculos me dijeron por ahí que nosotros
               dos, Elvira y yo, éramos muy importantes para vencer a Bruno Rufián. Y tú
               también. Por eso necesito que me ayudes. Conozco el mundo donde podemos
               revertir este hechizo, pero tienes que llevarme tú. Tengo todo planeado, solo
               consigue la llave, y…


               La rana no pudo seguir con su historia porque en la puerta del departamento
               apareció Rosa Elvira. Ana, sin pedir permiso, tomó al animal y se lo metió en el
               bolsillo un momento antes de que su madre abriera la puerta.


               —¿Dónde estabas? —preguntó con cara de enojo más que de preocupación.


               —Abajo, viendo la pista y a los viejitos… —mintió Ana, pero la interrumpió un
               grito de su madre:


               —¡En esta casa hay reglas, señorita! Y a mí no me vas a ver la cara como tu
               padre siempre lo hizo.


               Ana dejó a su mamá hablando sola y se encerró. Pero no en su recámara: la
               confusión la hizo encerrarse en el baño, donde se sentó a llorar en el piso frío. En
               ese momento la rana salió de su bolsillo.


               —No es para tanto, Ana. Tu mamá no está en sus cabales por todo lo que nos ha
               ocurrido. Tenle paciencia. Si quieres que en verdad todo mejore, sé fuerte y
               ayúdanos.


               Ana se apartó de la rana, asustada.
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