Page 26 - Llaves a otros mundos
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toda la vida, pe ro nos topamos con un brujo.


               —¿Brujo? —preguntó Ana.


               —Bruno Rufián —aclaró la rana—: es el dueño de la llave que encontré en la
               cueva.


               Ana entonces comprendió que el tal brujo podía ser el verdadero culpable de
               todo lo que había cambiado en su vida en los últimos días.


               Bruno Rufián se había apoderado de muchos mundos. En todos lados le temían
               de una manera espeluznante. En un mundo sabían cómo era: un hombre enorme,
               de una piel entre gris y verde, con ojos totalmente negros. No usaba sombrero de
               cono, pero sí un bastón largo, hecho al parecer de hueso de dragón.


               —Cuando lo vimos, supimos que era él…


               —¿Y qué les dijo? —Ana estaba interesadísima. Su pregunta hizo que la
               conversación regresara al principio.


               —Antes de contarte del brujo debo decirte cómo funciona la llave. Es una llave
               y abre puertas. Pero puertas a otros mundos. Y cualquier puerta, ya sea la
               portezuela de la camioneta, de una alacena, de un armario… en fin, de todo lo
               que oculte algo detrás. Y algo más: la llave funciona solo cuando uno desea con
               todo el corazón que funcione. Incluso, si uno se esfuerza, puede usarse como
               vehículo para llegar al mundo que uno quiera. Pero eso lo logré solo un par de
               veces. La primera fue cuando deseé ver al brujo. Abrimos la puerta y ahí estaba
               él.


               »Nos estaba esperando desde hacía tiempo. No se puede pasar por uno de sus
               mundos-súbditos sin que él se entere. Entramos a una sala pequeñísima, como de
               juguete, donde él permanecía sentado frente a una mesita con té de hierbas. Nos

               invitó a sentarnos. Quise decirle que íbamos en son de paz, pero él ni siquiera
               me escuchó. Simplemente nos dijo: «Ustedes tienen algo que me pertenece». Tu
               mamá me vio con cara de «regrésasela», pero yo le dije al brujo: «La
               encontramos perdida bajo un montón de piedras. No pensamos que le
               perteneciera a nadie».


               »El brujo me miró con esos ojos negrísimos y nos advirtió: «Les doy una hora
               para que vuelvan a su mundo. La llave es mía, pero quédensela. Puedo esperar a
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