Page 79 - Llaves a otros mundos
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EL CORAZÓN de Ana se inundó de incertidumbre. Así usó a Trece y así dejó a
su papá. Y apareció en un mundo donde todo era confusión.
El día cambiaba de hora constantemente: podía ser mañana, tarde o noche en
medio minuto. A cada cinco metros cambiaba de medio ambiente. Desierto,
bosque, playa, nieve. Podía haber pingüinos persiguiendo leones o peces
nadando a la altura de los ojos de Ana. Apenas caminaba, estaba muy alterada
para ponerse a revisar el mapa. ¡Qué importaba cómo se llamara ese mundo o
cualquier otro!
Formó un montón de arena-confeti-canicas-aserrín y le hizo un agujero para
meter a Trece.
—Quiero ver a Rocco, ya.
De nuevo, la cueva. La oscura, húmeda y resbaladiza cueva. Ana caminó con
cuidado de no caerse pero lo más rápido que podía.
—¡Rocco! —gritó—. ¡Regresé! ¡Quiero que me contestes! —solo escuchaba
como respuesta el eco de su propia voz.
—¡Rocco, dijiste que me ayudarías!
—Sí, eso dije —escuchó Ana delante de ella, así que se paró en seco. La voz se
oía muy cercana, aunque débil—. Pero me temo que no puedo hacer mucho por
ti.
—¿Pero, por qué? —preguntó Ana—. Quiero verte, ven por favor.
—Por eso mismo —dijo Rocco, y frente a Ana apareció un anciano enfermo,
pálido y con dificultades para respirar, escurrido en su mecedora. No parecía el
Rocco que Ana había conocido antes: parecía su bisabuelo.
—¿Qué te pasó? —fue lo único que se le ocurrió preguntarle.
—Nada importante… —Rocco suspiró y miró la llave delicada que Ana tenía en
la mano—. Es que… pensé que sería difícil separarme de ella… pero como dije
cuando te la di… las llaves llegan a ser parte de tu ser… y extraño mucho a