Page 81 - Llaves a otros mundos
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—Mmmh… delicioso —dijo, con los ojos cerrados.


               —¿Ya te puedo contar? —le preguntó Ana, inquieta. Él asintió.


               Ana le habló en pocas palabras de todos los mundos que había recorrido y de los
               personajes que había conocido. Le agradeció por presentarle a Nákar y le explicó
               cómo había conseguido la mochila. Él, mientras se terminaba su atole, se
               limitaba a comentarle: «Sí, conozco ese mundo», o «Muy interesante».


               Después Ana le platicó de cuando se encontró a su padre. Cuando le describió la
               casa, Rocco la miró muy atento, y le preguntaba cosas como:


               —¿Y de qué color era el tapiz?¿Cuántos escalones eran?¿Segura de que no viste
               a nadie? —como si no conociera la casa que ella le describía.


               Después de escucharla y ya de mejor talante, el viejo se dispuso a darle consejos
               a la niña.


               —Es primordial que tus sentimientos no te ganen. Sé que no pediste estar aquí y
               que los viajes entre mundos a veces desesperan. Solo puedo decirte que lo has
               hecho magníficamente, que pocos hemos tenido la suerte de ver lo que tú, y que
               tienes nada menos que la oportunidad de salvarnos a todos. Confío en ti.


               —Gracias —dijo Ana, ligeramente abrumada.


               —Ahora vete. Cuando te canses regresa de inmediato a Nákar. Los viajes son
               siempre menos cansados cuando los haces recuperada, después de una siestecita.
               Si tienes alguna duda, regresa conmigo. No te fijes en este vejestorio de cuerpo.
               Mira cómo ya me repuse en un ratito, solo con Trece cerca de mí y un atole de
               guayaba.


               —Está bien —sonrió Ana.


               —Buen viaje. Buena suerte —dijo Rocco, con una sonrisa que le devolvió
               cincuenta años a su rostro. Ana tomó a Trece; se disponía a cruzar la puerta
               cuando se acordó de la razón por la que había querido ver al anciano.


               —Oye, Rocco, mi papá me habló de organizar a los mundos, acercarlos y
               ayudarles a evolucionar. ¿Es eso lo que tengo que hacer?
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