Page 87 - Llaves a otros mundos
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—Yo… no sé —solo alcanzó a decir eso, lo cual provocó un desconcierto
suficiente para que su madre abriera la puerta, preocupada.
—Ana, ¿qué te pasó? Estás toda pálida. Una pesadilla, seguramente.
Se sentó en el borde de la cama y le acarició la mejilla.
Eso fue lo más raro. Hacía mucho tiempo que Ana no recibía un gesto cariñoso
de su mamá. Desde la mudanza, o tal vez un poco antes, todo había sido gritos y
órdenes.
—Ya está bien, mi amor. Fue solo un mal sueño.
—¿Sueño? —preguntó Ana.
—Sí, sí. Tranquila, ya pasó —le decía mientras le acariciaba el cabello—. Sé que
esto ha sido muy difícil para ti, pero ya verás que nos adaptaremos pronto. En
estas dos semanas nos ha ido bien, ¿no?
—¿Y Rocco? ¿Qué vamos a hacer con Bruno Rufián?
—Ah, ya tienes nuevos amigos en la escuela.
—No, ma. El brujo, el cerrajero.
—Pero ¿qué sarta de cosas estás diciendo? El brujo o ese otro señor obviamente
son parte de tu imaginación. Hija, sé que extrañas a tu papá; no creas, yo
también. Pero esta es nuestra nueva realidad; tenemos que aprender a vivir con
ella y acompañarnos en el camino. Anda, vístete que se hace tarde.
Ana se quedó examinando su cuarto, su cuerpo y las palabras de su madre. Iba a
necesitar tiempo para terminar de digerirlas. Su piyama y las cajas de cartón
todavía apiladas en los rincones le hacían sentir que tal vez sí había pasado por
un largo sueño. Se puso el uniforme, tomó su mochila y se dirigió al baño, donde
se encerró.
Sintió que una avalancha de recuerdos se agolpaba en su corazón. En ese mismo
baño había decidido participar en el viaje. Y precisamente en el cerrojo de esa
puerta había girado a Nueve, la llave que tenía su papá escondida en la caja del
disco de los Doors. Si todo había sido un sueño, había sido el más vívido y