Page 96 - El valle de los Cocuyos
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esperanza. A Jerónimo le parecía tan linda... Espontáneamente corrió a abrazarla.
—¿Por qué siento que te he querido siempre, Mariana? —le preguntó el niño.
Por toda respuesta ella se aferró a Jerónimo y escondió su rostro en los cabellos
del niño.
—¿Seguimos buscando la tortuga? —preguntó Jerónimo.
—Sí, no nos iremos de aquí hasta encontrarla —respondió Mariana.
Volvieron al río a escudriñar el otro lado. Jerónimo se subió a una gran piedra y,
poniendo sus manos a manera de visera para protegerse del brillo del sol, paseó
su mirada por la multitud de tortugas que dormían en la orilla opuesta. No, la
tortuga que buscaban no estaba allá. Ya iba a bajarse, cuando la descubrió
nadando en el río.
—¡La encontré, Mariana! —gritó el niño a la mujer.
Mariana corrió a su lado. Efectivamente, en medio del río nadaba la tortuga de
cuello rosado. Mariana empezó entonces a cantar una dulce melodía dirigida a la
tortuga, y Jerónimo sintió que esa canción ya la conocía, y de nuevo algo se
agitó en los velos oscuros de su memoria. La tortuga se dirigió hacia ellos.
Mariana acarició con ternura la cabecita de la tortuga y con voz temblorosa dijo