Page 94 - El valle de los Cocuyos
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—Ella es Mariana, Anastasia. La encontramos en el volcán de piedra —dijo el
niño.
La vieja miró largamente a la mujer que tenía frente a sí y luego sus manos
nudosas tomaron el rostro sucio y demacrado de Mariana, cuyos ojos verdes
decían tantas cosas que la vieja Anastasia comprendía.
—Anastasia... —dijo la mujer con voz temblorosa.
No, no digas nada —pidió Anastasia con dulzura.
Mientras comían y bebían, Jerónimo, sentado en las rodillas de Anastasia,
contaba a esta todas las aventuras que habían vivido. La vieja lo escuchaba con
atención sin dejar de mascar tabaco.
—Por allá todos te conocen y te quieren —le decía el niño—. Hasta el árbol de
café. ¿Dónde plantaremos el árbol, Anastasia?
—Creo que a la sombra del rancho, hay que protegerlo un poco del sol —dijo la
vieja.
Al día siguiente, el Pajarero partió jubiloso rumbo a su pueblo, no sin antes hacer
prometer a Anastasia que llevaría pronto a Jerónimo al pueblo de los Pajareros.
El niño se abrazó al cuerpo del viejo tratando de calmar los sollozos que le
agitaban.