Page 119 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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Entonces, tú, querido lector o lectora, tú que estás aquí no por ser un o una
metiche, sino porque realmente deseas saber cómo termina la historia y si
Anjana acabó haciendo barbacoa el corazón del Príncipe Verde, o el del
Príncipe Azul o el de sus papás, pues te adelanto que, para desgracia de
algunos, no fue el del Príncipe Verde, pues aún lo tenemos por aquí. Sí, sí, ya sé
que esto te arruina el efecto sorpresa, pero eso es mejor que tenerte tanto rato
con la angustia de saber si ese atolondrado enamorado iba a terminar hecho
carnitas a la parrilla en la taquería del Reino de la Imaginación Olvidada.
Continuemos.
Decía que yo nunca tuve mi momento de fama. Y fue por la cosa más tonta del
mundo: soy un enano muy alto, y cuando fue la audición para la princesa
Blanca Nieves, sí, ésa muy famosa ¡y muy inocente!, que se comió una manzana
envenenada que le dio una desconocida, después de que todo el mundo le
advirtió que no hablara con extraños. (Es algo parecido a cuando las mamás les
dicen a los niños: “No hables con gente que no conozcas”, y ellos salen a la
puerta de su casa a responderle a cualquier vendedor hasta el nombre del perro.
Pero eso es de cada familia).
Pero bueno, para no desviarme más de lo que les estaba contando, cuando por
fin hubo una producción que requería enanos no tan alocados como para matar
orcos y cosas similares, como en El Señor de los Anillos, sino que más bien
buscaban enanos, casi todos simpáticos, de buen talante y gran sentido del
humor, me fui a formar para ser parte del elenco y, nada, resultó que el escritor
me dejó fuera porque no era lo suficientemente enano y desentonaba tanto en
tamaño como para el título del libro. Según el autor no sonaba bien decir “los
ocho enanos”, pero ¿quién lo iba a notar? ¿Qué más daba, si solamente íbamos
a pasárnosla cantando? El caso es que no me quedé en esa historia. Ni en ésa ni
en ninguna otra, porque no somos muy solicitados los enanos bondadosos. Y
como no soy suficientemente alto, tampoco podía hacer papeles de adulto en
otros cuentos, ni de adolescente porque tengo las orejas medio grandes y una
barba algo tupida. Pa pronto: ¡estaba arruinado! No era ni muy alto para ser
un humano convencional ni muy bajo para ser enano convencional. Con lo que
mi mamá me presumía con los vecinos cuando era niño, diciendo que yo iba a
ser el enano más alto de los cuentos. Nunca hubiera imaginado que
precisamente eso me iba a complicar la vida.
El caso es que ya llevaba mucho tiempo vagando por el Bosque de los