Page 123 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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cuando logre distraerla, corre a la puerta y entra a la casa. Te prometo que voy a
estar bien. No soy el Príncipe Valiente que perseguía dragones, pero sé cómo
cuidarme solo, al igual que tú.
—¿Y si hay alguien más dentro?
—Se dice que Rigardo es tan malo e insoportable que nadie puede estar cerca de
él.
Allí fue cuando no aguanté más, pues nunca he tolerado que hablen mal de la
gente a sus espaldas, y más cuando lo que se dice son calumnias, mentiras,
falsedades.
—No hables de lo que no sabes —repliqué de forma contundente.
La pareja se detuvo. El príncipe sacó una espada y la princesa una varita como
de bruja; ambos miraron alrededor.
—¿Quién dijo eso? —preguntó ella.
—Yo —respondí.
—¿Quién yo? —inquirió el joven verde.
—El Octavo Enano.
—¡Muéstrate! —ordenó el Príncipe Verde con un tono que no me gustó nada,
pero como disfruto los momentos dramáticos, accedí. Y de un salto me puse a su
lado.
—Estoy a un lado tuyo —le susurré con voz histriónica.
Al verme, el príncipe soltó la espada del susto y pisó a Anjana al retroceder.
Ella, a su vez, soltó la varita por el pisotón, y yo, que tiendo a ser jocoso,
simplemente dije: “¡Bu!”, con lo que ambos salieron disparados rumbo a la
morada de Rigardo. Ésa fue la más patética muestra de cobardía que jamás
había visto.
Como era de esperarse, conforme se acercaban tuvieron que aminorar el paso a
causa de la barrera de bruma. Yo los alcancé a ver recargados en un árbol,