Page 138 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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anfitrión tendría una visita más.


               —Ya verás cómo esta vez tu madre no lanza rayos al cielo —intentó confortarlo
               Puck.


               —Pues eso espero —repuso el mago oscuro—, porque la vez pasada tardamos
               meses en restablecer el sistema de comunicaciones.


               —Creo que deben apresurarse —nos dijo el gnomo con la vista fija en la esfera
               —. No es conveniente que estén aquí cuando llegue nuestra siguiente invitada.


               —Espera… ¿Quieres decir que la Bruja Oscura viene en camino? —preguntó el
               Príncipe Verde, poniéndose blanco de nuevo.


               —Quiero decir que una madre molesta y preocupada por el inmenso poder de su
               hijo viene a corroborar que no esté actuando de más para catalizar una historia
               donde él debería ser el villano. Créanme, hay maldiciones que son preferibles
               enfrentar a una madre disgustada, así que agradecería que se apresuraran.


               Anjana dio un abrazo a Rigardo, quien lo aceptó de buena gana, aunque algo
               sorprendido; también abrazó al gnomo, que lloró de nuevo. Por su parte, el
               príncipe se despidió del gnomo con la corrección que se requería, y a Rigardo se
               limitó a hacerle una ligera reverencia, acto mínimo de cortesía para tan
               fantástico anfitrión, y se encaminó a la puerta.


               Cuando salimos, la esfinge dormitaba nuevamente en el techo. Antes de
               internarnos en la bruma del bosque, Anjana le dio las gracias a Rigardo, a lo
               que él contestó:


               —Te dije que nos encontraríamos de nuevo, Anjana. Es una lástima que al
               decirlo aquella ocasión no haya agregado “varias veces”.


               —Bueno, Rigardo, parece que siempre es posible cambiar las cosas si se tiene la
               suficiente convicción —le respondió Anjana.


               —Puede que tengas razón —dijo el mago pensativo. Acto seguido, entró en su
               casa.


               Cada vez que volvíamos la vista apreciábamos la figura del gnomo bajo el
               dintel, hasta que la bruma nos impidió distinguir más allá de su color gris.
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