Page 165 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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ojos sólo tenían como objetivo esa espada, y mi corazón ansiaba más que nada
en el mundo volverla de hierro líquido, eliminar para siempre ese filo,
desaparecerlo.
El portador del arma era una ironía completa, pues, mientras mis fauces le
mostraban el odio quemante de mi interior, él parecía sonreír agradecido.
Sintiéndome plena, libre de pensamientos, entrecerré los ojos y lancé un fuego
tan ardiente como el sol hacia el cuerpo de aquel sujeto verde. Después hubo un
grito: “¡No, Anjana, no!”, y luego vi la imagen borrosa de una silueta que se
aproximaba al joven verde con un objeto largo y delgado en las manos. Sentí
que un calor inundó mi pecho y, por un instante, reinó el más puro silencio.
Detuve mi vuelo en picada y ascendí para no tocar tierra. Desde el aire abrí los
ojos para contemplar un terrible espectáculo: mis llamas, con sus colores azul,
rojo, amarillo, naranja y violeta, parecían un arcoíris danzante que envolvía la
figura grácil de la chica, casi una niña. Detrás estaba el joven verde, cuya
espada yacía en el suelo. Ella se había interpuesto entre mi fuego y el muchacho
verde. En mi pecho una energía cálida hacía brillar mi interior. Un hechizo de
luz había impregnado mi piel, que resplandecería desde entonces en la
oscuridad.
La gravedad me ganó y me desplomé frente a las llamas que envolvían a la
muchacha en una esfera hermosa y terrible. Ella no lloraba ni se movía ni ardía.
De un momento a otro abrió los ojos, me sonrió y dijo:
—Entregar el corazón del ser que más ame a las llamas que nunca cesan, se
alimentan del miedo y yacen ocultas en el Reino de la Imaginación Olvidada…
La varita que tenía en sus manos, origen de la luz en mi pecho, terminó
consumiéndose hasta volverse cenizas.