Page 30 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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Por alguien que no fue perfecta, pero sí muy feliz (no para siempre, pero sí la
mayor parte del tiempo)
Hubo una vez, en un reino al otro lado de la Cordillera de la Imaginación de un
escritor miedoso, una reina y un rey que, más que nada en el mundo, deseaban
que apareciera el “amor a primera vista” del que les habían hablado cuando
los hicieron casarse, tras haberse visto tan sólo un par de veces. Por más que se
veían cada mañana, eso simplemente no pasaba: no se amaban. Ambos habían
comenzado a usar anteojos, pues, durante una plática muy íntima, habían
deducido que tal vez no se amaban a primera vista porque tenían problemas
visuales; así que cambiaron constantemente la graduación de sus lentes durante
sus primeros años de matrimonio, con la esperanza de que una mañana, al
despertar, y mirarse correctamente, el famoso “amor a primera vista” surgiera.
Sin embargo, eso jamás sucedió.
Los años pasaron. El rey y la reina fingían ser felices ante todos, pero la verdad
es que cada vez se llevaban peor. A la reina le molestaban las grandes
cantidades de poción de la felicidad que el rey tomaba con frecuencia; mientras
que al rey le fastidiaba el tiempo que la reina dedicaba a ser la más hermosa del
reino, y lo costosos que resultaban sus tratamientos: rayos de sol líquido para el
cabello, corazones de rubí molidos para los labios, plumas de aves mágicas
para las infusiones que debía ingerir antes de dar paseos por el jardín, con el
propósito de entonar afinadamente sus melodías.
Siendo honestos, lo que en un inicio les había ilusionado del otro ya no les
atraía. La reina consideraba innecesarias las incursiones donde el rey vencía
troles, gnomos e incluso centauros para demostrar su valentía, pues las tachaba
de actos salvajes. Al rey, por su parte, la belleza estática de la reina había
terminado por abrumarlo, pues la consideraba vanidosa y frívola. Aun así,
acordaron parecer felices ante los habitantes del reino, y solían expresar en
público su falsa admiración por el otro:
—¿Han visto ustedes a un ser tan valiente como el rey? —preguntaba la reina a
sus damas cuando éste volvía de cacería con un buen número de gnomos para
convertirlos en sirvientes del palacio.
De igual manera, el rey preguntaba constantemente a su guardia: