Page 33 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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La multitud guardó silencio, y Emisario hizo una dramática pausa antes de

               cambiar su tono amable por uno amenazador y siniestro:

               —De no hacerlo a través el matrimonio de su princesa con nuestro príncipe,
               entonces se hará por medio de la guerra —concluyó Emisario con histrionismo.


               La corte entera palideció, al igual que los reyes. Jamás habían declarado la
               guerra al Reino de la Imaginación Olvidada. A decir verdad, éste ni siquiera
               contaba con un ejército. La guardia personal del rey y su bosque encantado era

               todo lo que habían necesitado para sentirse a salvo. Luego de un incómodo
               silencio, durante el cual Emisario se sacó cerilla de la oreja con el dedo
               meñique, la reina finalmente habló:


               —Estimado Emisario, aún no tenemos princesa.

               La audiencia respaldó la afirmación de su reina. Entonces Emisario fue quien
               palideció. El Príncipe Encantador le había dado la orden enérgica de conseguir

               la mano de la princesa del Reino de la Imaginación Olvidada o no regresar a
               Muy Lejano. Toda la felicidad de ser el primer y único mensajero capaz de
               atravesar el misterioso bosque se desvaneció. ¿Con qué cara daría esa noticia
               al Príncipe Encantador?


               —¿Cómo dice, majestad? —preguntó sobresaltado.

               —El rey y yo no tenemos una hija y, por lo tanto, tampoco una mano que dar en

               matrimonio.

               El rey y la reina intercambiaron miradas temerosas. Emisario, que era un

               hombre astuto, fingió serenidad y, después de secarse el sudor de la frente con
               un pañuelo de seda que luego guardó en el bolsillo, continuó:

               —¡Oh!, es una pena.


               —¿Una pena? —preguntó el rey.


               —Sí, una pena.


               —¿Por qué?


               —Ya les dije por qué, majestad. El grandioso Príncipe Encantador desea dar
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