Page 37 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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—Disculpe, no escuché lo que dijo —pronunció la reina con cortesía, aunque

               estaba mintiendo.

               —Digo que sus preguntas son poco usuales, pero maravillosas, al igual que usted
               —la aduló Emisario.


               —Y espero que sus respuestas también lo sean —replicó la reina.


               —Lo serán, majestad —aseguró Emisario, en un intento por ganar tiempo para
               pensar los argumentos que lo sacarían del peliagudo terreno donde la reina lo
               había metido con sus cuestionamientos. No podía sacar de su cabeza la
               recompensa que ofrecía el Príncipe Encantador a quien consiguiera la mano de la
               heredera del reino más extraño del Mundo de los Cuentos de Hadas para su

               famoso hijo; tampoco, que debía esconder muy bien la verdad de cómo había
               logrado traspasar el Bosque de los Personajes Olvidados.

               —¿Y entonces? —lo apresuró la reina, que conocía bien las maniobras de

               quienes buscan ganar tiempo para idear mentiras.

               —Pues…, su majestad, las respuestas son simples y bastante obvias, como lo es
               todo en nuestro mundo. Me sorprende que usted no las haya deducido sola, pues

               hasta un niño pequeño podría hacerlo.

               —Lamento decepcionarlo —dijo la reina con ironía—. Y, dado que son tan
               evidentes y simples, lo invito a que deje de darles vueltas a las cosas y las

               explique.

               —Es usted muy clara, majestad, gran virtud en una soberana. Una virtud que…


               —Señor Emisario, si no puede responderlas, debo interpretar que las desconoce
               o no las hay. Por lo tanto, me veré obligada a ordenar que lo encierren en un
               calabozo hasta que otro mensajero de Muy Lejano venga a reclamar su libertad.

               Uno que, espero, sí conteste mis preguntas —el tono de la reina era cortés, pero
               no dejaba asomo de titubeo ni de estar mintiendo—. Así que lo escuchamos.

               —Claro, majestad. Las respuestas… —dijo el emisario alargando tanto como

               pudo las palabras—, las respuestas son simples y evidentes, como ya le dije. En
               cuanto a la primera cuestión, la guerra… el Príncipe Encantador es un hombre de
               paz, y me envió aquí para brindarles la posibilidad de abandonar el olvido y de
               ser los protagonistas de una bella historia. La guerra es la forma más cruel de
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