Page 65 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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Al mago tal cosa pareció divertirle y, con una sonrisa que dejaba ver sus

               blanquísimos dientes, pronunció:

               —Haz tu solicitud, noble gnomo.


               —Gracias, heredero de la oscuridad —Puck hizo una pausa solemne que detuvo
               la respiración de todos en el salón. Incluso las serpientes parecían haber acallado
               su siseo—. Usted ha venido aquí a obtener algo de un miembro de linaje real,
               como sabíamos que sucedería. Así son las cosas, sin más. El equilibrio de

               nuestra existencia suele converger en la felicidad y en la tristeza; una es
               inherente a la otra. Incluso una posesión tan sutil como la dicha viene
               acompañada del temor a perderla. Somos presas de una naturaleza que aspira a
               ser eterna, pero se sabe finita, pues la eternidad está en el horizonte, como las
               utopías, siempre delante de nosotros, y sólo sirve para caminar. Lo anterior se
               sabe, aunque temamos darnos cuenta. El conocimiento de nuestra condición
               suele ser también la causa de las penas y, sin embargo, la única forma de
               mitigarlas es mediante la conciencia y la reflexión.


               ”Y es eso, el conocimiento, lo que me mueve a solicitar una indulgencia al
               maleficio que ha de lanzar a esta dulce princesa. Si a ella, como es sabido, le
               corresponde ser la esposa del más famoso de todos los príncipes de nuestro
               mundo, y ha de vivir con él la más épica historia de amor, es de esperarse que
               de igual manera sea depositaria de una de las más terribles maldiciones
               posibles. Nada de simplezas como dormir o congelarse o ser prisionera en una
               torre, que para todo eso hay solución.


               ”Dado su magnífico despliegue de magia, supongo que la maldición sobre ella
               debe ser mayúscula. Y por ello lo que le pido, con el debido respeto y con el
               clamor del heredero del Trono de los Árboles Eternos, es su benevolencia con
               esta pequeña criatura, que nada ha tenido que ver con la elección de su destino,
               al igual que ninguno de nosotros.


               El silencio continuó ahogando el salón, como si la caída de una pluma en la
               alfombra pudiera quebrarlo.


               —Dignas palabras, venerable gnomo. Sin embargo, considerando que pareces
               conocer, como es de esperarse, los protocolos de la magia, también has de saber
               que un indulto total no es posible sin alterar las leyes que rigen nuestro mundo
               —dijo el mago.
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